La desinformación se ha convertido desde hace tiempo en una parte integral de nuestra vida cotidiana. Abarca temas de importancia local a global y varía desde información falsa fácilmente reconocible hasta manipulaciones complejas y difíciles de detectar. Tanto las técnicas como los actores son cada vez más diversos. Es importante ser consiente de que la desinformación no solo pone en peligro la capacidad de juicio personal, sino también la estabilidad de nuestros valores e instituciones democráticas.
En esta columna, me centraré en uno de estos actores internacionales: Rusia.
Desde hace algunos años, Rusia ha desarrollado una guerra de información dirigida a países de Europa, Medio Oriente y América Latina. Los expertos coinciden en que, desde 2016, en cada país con interés estratégico para Rusia se llevan a cabo operaciones de desinformación. Como ejemplo tenemos las elecciones en los Estados Unidos, países europeos o el referéndum del Brexit en el Reino Unido. No se debe subestimar la motivación detrás de esta interferencia: la manipulación estratégica de la información busca desestabilizar nuestras sociedades y los procesos democráticos.
Es interesante que los actores concretos de esas campañas suelen ser los mismos en todo el mundo. Se esconden detrás de organizaciones como la “Social Design Agency” o “Structura”, que aparentan ser agencias serias e independientes. En realidad, elaboran información falsa destinada a su difusión en distintas regiones del mundo. Esta difusión se realiza bajo la apariencia de reportajes hechos por medios locales. Es decir, se simula que la información falsa no proviene de organizaciones rusas, sino de, por ejemplo, medios alemanes o periódicos latinoamericanos, según sea el caso.
En Alemania se han falsificado y clonado páginas web de conocidos periódicos y portales de noticias, como si se tratara de medios como Frankfurter Allgemeine Zeitung o Der Spiegel. El objetivo es influir en la población en beneficio del Kremlin. Esto incluye reducir el apoyo internacional a Ucrania, erosionar el apoyo a la democracia, y desligitimar el Estado de Derecho. Se crean narrativas que presentan el brutal ataque contra un Estado soberano como una lucha legítima contra una potencia colonialista, lo cual no podría estar más lejos de la verdad. Otro objetivo es influir en elecciones, llegando incluso al presunto uso de agentes rusos para apoyar a ciertos políticos alemanes en específico.
Particularmente, en América Latina se utiliza la narrativa es presentar a Rusia como el líder de la resistencia contra la hegemonía occidental. Así se busca deslegitimar las instituciones democráticas y promover las prácticas rusas. Al mismo tiempo, se presenta la política expansionista rusa en América Latina como algo benevolente, aunque el verdadero objetivo es la influencia nacional estratégica y el fortalecimiento del papel de Rusia en el escenario mundial. El futuro que Rusia quiere para América Latina se demuestre en sus aliados más cercanos: las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela. ¡Rusia, te conocemos por tus mejores amigos!
Estos son solo algunos ejemplos de las campañas de desinformación de Rusia. Hay muchos otros actores, tanto gubernamentales, como partidos y entes privados. Entonces, ¿ahora qué?
Todos nosotros debemos contribuir activamente a contrarrestar la desinformación. Esos tres pasos pueden servir como principio rector: Detectar – identificar la desinformación, Refutar – desacreditar la información falsa y Denunciar – señalar y criticar su difusión. Con conocimiento y compromiso, podemos contribuir a preservar la integridad de nuestro panorama informativo y a fomentar una sociedad resiliente. Todos podemos aportar a esta causa: cada persona, cada día.