Cómo termina un orden mundial

11 de Agosto de 2025

Luis M Cruz
Luis M Cruz

Cómo termina un orden mundial

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1. Del auge y decadencia de los grandes poderes se ha escrito mucho, pero pareciera que aprendido muy poco. Es claro que ningún orden mundial es para siempre y que las transiciones han sucedido de forma gradual o mediante grandes conflagraciones o revoluciones. Al respecto, Richard Haass, presidente del Consejo de Política Exterior, en un ensayo publicado hace algunos años (How a world order ends, 2018, Foreign Affairs), señala que los conflictos del Siglo XIX pueden revelar cómo aún los órdenes internacionales mejor manejados pueden llegar a su fin, pero aún cuando un eventual decaimiento es seguro, la forma y la profundidad del cambio no lo es.

2. Por ejemplo, al final de las guerras napoleónicas en 1815, en el Congreso de Viena, los líderes europeos crearon el concierto de Europa, el más importante y efectivo esfuerzo para construir y sostener un orden mundial que duró un siglo. Al principio, dice, funcionó porque cada Estado necesitaba a los otros para sostenerse, pero conforme las décadas pasaron, el acuerdo de los grandes poderes se debilitó y las guerras retornaron. Para el tiempo de la Primera Guerra Mundial era obvio que el orden logrado había colapsado y la gran guerra se libró demasiado tarde para salvarlo o incluso manejar su disolución.

3. Ahora, dice Haas, el orden liberal fraguado tras la Segunda Guerra Mundial muestra evidentes signos de deterioro. Pero, quizá un tanto optimista, creía que la buena política y una diplomacia proactiva podrían evitar el colapso. Para ello, los Estados Unidos deberían prevenir una ruptura de las relaciones con China, un choque con Rusia, una conflagración en el Medio Oriente o los efectos acumulativos del cambio climático. Pero tal pareciera que se ha leído al revés y hoy, las tensiones en el mundo se han incrementado precisamente por la amenaza desenfrenada del arancelismo de los Estados Unidos. El orden internacional se está rompiendo por donde no se esperaba, que es el comercio global, terminando con la era de la cooperación y el libre comercio, para ir hacia el comercio controlado y los intereses hegemónicos en esferas de influencia entre Estados Unidos, Europa, Rusia y China.

4. Lo cierto es que Estados Unidos ha debilitado el “soft power” con el que convencía, para sustituirlo por el “hard power” con el que se impone. Pero la debilidad podría cundir desde dentro. En su última revisión (30 de julio), la FED dejó las tasas de referencia sin movimientos, en torno a 4.25%, a contrario sensu de la Unión Europea, cuyas tasas se han reducido significativamente en torno al 2% en tanto que el efecto inflacionario y la desaceleración económica, se empiezan a sentir en los Estados Unidos. La FED, acosado Jerome Powell por el tío Trump, envió un mensaje implícito: los aranceles sí afectan los precios. Los indicadores de salud económica correspondientes a la generación de empleo cayeron 0.2%; los salarios cayeron también 0.5% y la inflación repuntó a 2.8% no obstante el dinero caro, lo que causó el despido de la responsable de las estadísticas.

5. En el ánimo electoral, el tío Trump también sufre el decaimiento. Su popularidad está por debajo del 40%, afectado por escándalos como el de los archivos Epstein y la parafernalia mediática que le ha llevado hasta a acusar a Obama de traición por la injerencia rusa en 2016; la política internacional se le enreda, al no tener pies ni cabeza en las exigencias para una tregua que lleve a la paz en Ucrania, el ultimátum a Rusia con tintes bélicos y la tornavuelta en Gaza. Es decir, la amenaza de la fuerza no basta para ganar la paz, todo ello con el proceso electoral intermedio en los Estados Unidos acercándose rápidamente, cuando su poder absoluto pudiera sufrir un vuelco. Una vez la polvareda arancelaria se haya decantado, es muy probable que la quimera de una era dorada abra paso a la necesidad de reordenar un mundo multipolar caótico, sin que se tenga claro si se estará al principio o al final de las guerras napoleónicas.