El liberalismo, cuando se entiende como la defensa de la libertad individual aplicada a la actividad económica, ofrece una lente particularmente útil para analizar el presente de Centroamérica. En una región donde las desigualdades conviven con un enorme potencial humano, el emprendimiento se vuelve más que una alternativa económica: se convierte en un acto de afirmación individual, una demostración de que la creatividad y la iniciativa pueden romper inercias históricas. La libertad económica no es solo un concepto teórico; se expresa en cada persona que identifica un problema, imagina una solución y decide arriesgarse a construirla.
Esta fuerza emprendedora se ha vuelto visible en los últimos años, aun frente a limitaciones estructurales que todos conocemos: acceso restringido al crédito, trámites que consumen tiempo y energía, incertidumbre institucional y mercados que muchas veces operan con barreras que frenan la innovación. Aun así, la región continúa mostrando dinamismo. El aumento de iniciativas tecnológicas, la profesionalización de nuevos modelos de negocio y la llegada de inversión extranjera en sectores estratégicos muestran que cuando se abren espacios de libertad, los emprendedores responden con creatividad y determinación.
El liberalismo económico apuesta justamente por eso: por liberar el potencial del individuo y permitir que el mercado funcione como un espacio donde las ideas puedan competir, donde los mejores proyectos encuentren oportunidades para crecer y donde la innovación no dependa de permisos excesivos ni de favores políticos. Centroamérica tiene, además, una ventaja estratégica que suele subestimarse: su conectividad natural hacia dos océanos y su cercanía con mercados globales que buscan soluciones ágiles, sostenibles y escalables. Para aprovechar ese posicionamiento, la región necesita menos trabas, más competencia y reglas claras que garanticen seguridad jurídica. La libertad económica, aplicada con seriedad institucional, no debilita a los países; los vuelve más productivos, más atractivos y más justos.
En este contexto, el trabajo que realizamos desde la Fundación Friedrich Nauman para la Libertad cobra especial relevancia. En días recientes celebramos la ronda final regional de la décima edición del Innovate Entrepreneurship Programme, un proyecto que durante una década ha impulsado a miles de emprendedores de Centroamérica y México. La competencia regional de este año fue un recordatorio de por qué creemos en el poder del individuo y en la importancia de un ecosistema abierto. Felicitamos con orgullo a los dieciocho emprendedores partícipes, y especialmente a los tres ganadores regionales: Cíclica de Gizeh Ibarra; BioCyclus de Jumairi Puello y Chequeándome de Alfredo Pitti. Sus propuestas reflejan cómo la innovación, cuando se combina con libertad económica, puede transformar sectores completos y generar impacto real en sus comunidades.
Estas historias ilustran la tesis central del liberalismo: cuando los ciudadanos tienen el espacio para crear, competir y prosperar, la sociedad entera se beneficia. Centroamérica requiere de menos burocracia para incentivar la iniciativa privada; requiere fortalecer instituciones que acompañen, no que obstaculicen. Si la región logra articular un entorno donde emprender no sea un acto heroico, sino una opción natural y accesible, la libertad económica podrá ser el real motor que redefina el futuro.