1. Fiel a su costumbre, el presidente Trump desairó la reunión de las siete economías más grandes del mundo en Kananaskis, Canadá, aduciendo la crisis generada por el enfrentamiento entre Israel e Irán para deshacer el potencial nuclear persa. Oros temas podrán esperar un poco, entre ellos la aranceliza, pues la pausa graciosamente otorgada para negociarlos vence el 9 de julio, tras lo cual harán de aplicarse tal y como fueron anunciados el 2 de abril o más, si es que requiere aplicar algún apretón adicional. En los hechos, Trump sólo ha concretado la negociación con el Reino Unido, quien aceptó el mínimo arancelario de 10% para las exportaciones británicas, lo que le ha traído, desde luego, la severa crítica de sus adversarios conservadores, ya que antes Gran Bretaña sólo causaba un arancel de 2.5%. Finalmente, se convino exhortar a los beligerantes a buscar la paz y el G7 quedó en pausa hasta enero próximo en Evian, Francia, país al que corresponderá presidir al grupo.
2. Entre tanto, en la gran confrontación de Estados Unidos con China por la hegemonía mundial, al parecer los negociadores han planteado bases para un acuerdo, pero éste no ha sido confirmado por Xi Jingping. Según los términos que dice Trump han sido aceptados, China tendría un pesado arancel del 55% a sus exportaciones, en tanto que las de Estados Unidos causarían sólo un 10%, algo que no es, desde luego, recíproco, liberando la exportación de “tierras raras” a cambio de la aceptación de estudiantes chinos en las universidades estadounidenses. Con la Unión Europea, las negociaciones comerciales no han avanzado, persistiendo el reclamo de la administración Trump por otras barreras no arancelarias que aplica Bruselas a los productos estadounidenses, como los autos o los agropecuarios (éstos últimos, muy sobreprotegidos en la UE). El gobierno europeo ha propuesto un tratado de cero aranceles, pero la administración Trump quiere derribar todas las otras barreras regulatorias, amenazando con imponer un arancel de 50%.
3. Desde luego, la negociación con México y Canadá se cuece aparte, dada tanto la vecindad como los vericuetos de la integración, acorde al Acuerdo Trilateral de Comercio (USMCA en inglés o TMEC en español), el cual es golpeado un día sí y otro también por disposiciones arancelarias dispares. Más allá del acuerdo, la administración Trump aplica el 10% mínimo, que combinado con otros aranceles como el del acero y aluminio y ciertas autopartes, redondean un 13%, que es lo que se está causando ahora para todos los productos que no son cubiertos por el acuerdo trilateral (algo así como el 50% del total de exportaciones mexicanas, según la Secretaría de Economía).
4. Lo relevante sería haber pulsado la disposición del tío Trump para proseguir con la vigencia del pacto comercial trilateral en América del Norte, pues Canadá podría obtener un acuerdo comercial o entendimiento con Estados Unidos por separado, lo que dejaría a México con la propuesta de un pacto integral de seguridad, comercio y migración, considerando que trae aparejadas otras limitaciones a sus exportaciones como la del gusano barrenador, el tomate, acero, aluminio, autopartes, además de afectaciones por fentanilo, migración, seguridad, el impuesto a las remesas y hasta el agua. Al menos en conversación telefónica, los presidentes convinieron en seguir trabajando.
5. La reunión en Ananaskis, Canadá, deja un sabor amargo y un largo camino por recorrer para la comunidad internacional, obligada a adaptarse a un entorno de escasa cooperación, primacía del más fuerte y comercio y desarrollo injustamente controlado por quienes más tienen. De ahí la proliferación de conflictos armados que amenazan la paz mundial, así como el desdén a iniciativas globales como el combate al cambio climático, el impulso al desarrollo sostenible, las energías renovables, la reducción de la pobreza, la desigualdad y hasta la prevención de pandemias, cuestiones todas para las que el tiempo parece estar acabándose.