La austeridad que no conoce la clase turista

11 de Octubre de 2025

Pablo Reinah
Pablo Reinah
Periodista con 28 años de experiencia en televisión, radio y medios impresos. Ganador del Premio Nacional de Periodismo 2001, ha trabajado en Televisa, Grupo Imagen y actualmente conduce el noticiero meridiano en UNOTV. Ha colaborado en medios como Más por Más, Excélsior y Newsweek. Es autor del libro El Caso Florence Cassez, mi testimonio y asesor en medios de comunicación.

La austeridad que no conoce la clase turista

Pablo Reinah columnista

¡Basta de cinismo! Gerardo Fernández Noroña, el mismo que se erigió como vocero de los pobres y azote de los corruptos, ahora surca los cielos en aviones privados de dos mil dólares la hora. ¿Recuerdan sus arengas contra los excesos del PRI y el PAN? Pues bien, el pasado fin de semana, el flamante presidente del Senado aterrizó en Coahuila a bordo de un Socata TBM 850, un avión de lujo, para su gira de asambleas informativas. No fue un vuelo oficial —él lo admite—, pero evade la transparencia como si quemara. “No se pagó con erario público”, dice, y para rematar, suelta una broma de mal gusto: “Me lo pagó Ricardo Salinas Pliego”. El magnate, furioso, lo desmiente en X: “Viaja con el dinero que nos roba a todos”.

Esto no es un desliz aislado. En marzo, Noroña voló a Europa en primera clase con fondos públicos, según reveló Proceso, desatando críticas internas en su propio partido. Y no hablemos de su mansión en Tepoztlán: 1,200 metros cuadrados por 12 millones de pesos. The New York Times lo expuso en un reportaje demoledor: Morena llegó al poder prometiendo austeridad, pero sus líderes viven como virreyes. Analistas como Vanessa Romero Rocha lo llaman “daño irreparable”: la gente se siente traicionada, ofendida por esta desconexión flagrante.

Noroña justifica todo con excusas. “Era por tiempo”, dice del jet, citando a Sheinbaum: “Cuando es necesario, se puede”. ¿Necesario? ¿Para ir de Torreón a Piedras Negras? Un vuelo comercial basta, pero él opta por el derroche. Y mientras, México arrastra 46 millones de personas en pobreza extrema. Son familias que no cubren sus necesidades básicas. ¿Dónde queda la congruencia que tanto exige a los demás? Ricardo Anaya, desde la oposición, lo hunde: “Predican austeridad, pero viajan a Tokio o Portugal en jet”. Tiene razón, aunque duela. Noroña, el ex taxista que juraba no tener más que “su dignidad”, ahora acumula un patrimonio que sus sueldos no explican. ¿Herencias milagrosas? ¿Donaciones anónimas? El Código de Ética de Morena prohíbe la ostentación, pero él lo pisa sin pudor.

Esta hipocresía no solo mancha a Noroña: erosiona la credibilidad de la 4T. ¿Cómo pedirle a un campesino que crea en la transformación si sus líderes despilfarran como en los viejos tiempos? Es un espejismo: el agitador se volvió burócrata de lujo, y el ciudadano paga el boleto.

Pero detengámonos por un instante. Noroña no es el único; es síntoma de un mal mayor. La política mexicana siempre ha sido coto de privilegios, y Morena prometió romper el ciclo. Quizá sea hora de que el propio partido, con su código ético recién reforzado, investigue estos vuelos y mansiones. No con drones o filtraciones priistas, como acusa él, sino con auditorías reales. La austeridad no es un eslogan: es ejemplo. Si Noroña quiere seguir siendo voz de los marginados, que baje del jet y camine con ellos. Solo así, entre tropiezos y lecciones, México podría recuperar la fe en sus líderes. De lo contrario, el grito de indignación no vendrá de las tribunas, sino de las urnas en 2027.