La Selección Mexicana de Fútbol camina hacia el Mundial envuelta en una neblina de apatía y resultados paupérrimos. La pésima actuación actual no es una anomalía, sino el eco previsible de una estructura que prioriza el negocio sobre el rendimiento deportivo. Es la crónica de una mediocridad largamente anunciada.
El historial mundialista del Tri es elocuente y doloroso: 17 participaciones, pero solo en dos ocasiones (1970 y 1986, ambas como anfitrión) se alcanzó el anhelado “quinto partido”, los Cuartos de Final. De las demás, la eliminación en Octavos de Final, o la ignominiosa caída en fase de grupos como en 2022, es la constante. Un récord de 17 victorias, 15 empates y 28 derrotas en Mundiales subraya esta realidad: somos un equipo eternamente de media tabla, incapaz de competir con la élite.
El Gran Negocio y el Secuestro Mediático
El fracaso deportivo es el éxito económico de unos cuantos. La Federación y los dueños de la Liga MX han diseñado un sistema cerrado, sin ascenso ni descenso (hasta no ver no creer), con multipropiedad y reglas que fomentan el conformismo, donde el beneficio monetario es rey. La Liga se convierte en una burbuja de confort para jugadores y directivos, que rara vez obliga a una verdadera competencia.
Lo más grave es el secuestro informativo del fútbol. Durante décadas, los medios de comunicación tradicionales (televisión y radio) han funcionado como cajas de resonancia y promotores acríticos del producto. Las grandes televisoras, dueñas en algunos casos de los equipos y los derechos de transmisión, han mantenido un monopolio que dicta la narrativa: exaltar la esperanza, minimizar las deficiencias y proteger a los responsables.
La Revelación Digital: Más Allá del Fútbol mexicano
Sin embargo, el panorama está cambiando. La llegada de las plataformas digitales y las Redes Sociales ha roto el cerco. Hoy, el aficionado tiene acceso instantáneo a otras ligas y otros deportes con narrativas de triunfo y estructuras profesionales más transparentes. El éxito de la LMB, el crecimiento de la LNBP o los logros de atletas mexicanos en disciplinas individuales, todos potenciados digitalmente, compiten directamente con la oferta mediocre del Tri. El contraste es brutal.
A la afición, a esa “incondicional” que llena estadios, se le venden “espejitos” de nacionalismo y esperanza vana. La millonaria gira de “partidos moleros” en Estados Unidos, con rivales de bajo calibre, es el símbolo de este abuso: un producto de marketing que exprime el bolsillo del migrante, sin ofrecer a cambio un proyecto serio.
La afición ha sido engañada por décadas. Hoy, las plataformas digitales muestran que hay otro fútbol y otro deporte, mucho mejor gestionado. El desinterés y la crítica son la única respuesta honesta al ciclo de autocomplacencia y ganancias empresariales que ha secuestrado al fútbol mexicano.