Migración en América Latina: entre la retórica y la acción local

30 de Septiembre de 2025

María José Salcedo Campos
María José Salcedo Campos
Coordinadora del Programa de México, de Fundación Friedrich Naumann para la Libertad, donde ha trabajado desde 2018. Es Licenciada en Relaciones Internacionales por el ITAM en México y maestra en Economía Política por la Universidad de Kassel en Alemania. También ha colaborado con el Centro Internacional para el Desarrollo y el Trabajo Decente en Kassel, y la Fundación BMW Herbert Quandt en Berlín, Alemania. Sus áreas de enfoque son economía de mercado, innovación, políticas públicas de emprendedurismo, integración laboral, y ciudades inteligentes e interculturales.

Migración en América Latina: entre la retórica y la acción local

Fundación Friedrich Naumann

En los últimos años, el debate migratorio en América Latina ha transitado de la emergencia a la integración. Sin embargo, lo escuchado en el Foro Mundial sobre Migración y Desarrollo celebrado la semana pasada en Riohacha, Colombia, confirma una tensión persistente: hablamos mucho de derechos, cohesión social y desarrollo, pero seguimos atrapados en diagnósticos repetitivos y poco aterrizados en la práctica.

Las cifras mencionadas en el foro son claras: más del 85% de la migración en la región es intrarregional. No se trata de un fenómeno externo, sino de un movimiento profundamente latinoamericano que hoy involucra a más de 16 millones de personas. La regularización no puede ser un obstáculo ni una condición de acceso a derechos. Mas bien, debería ser una autopista hacia la integración, acompañada de acceso a derechos como la salud, educación, inclusión financiera y trabajo digno.

El caso colombiano es paradigmático: regularizar a más de dos millones de venezolanos como política de Estado mostró que es posible innovar en medio de la crisis. Pero también evidenció lo costoso y frágil que resulta el proceso si no se sostiene en el tiempo con políticas públicas que integren a todas las áreas y niveles de gobierno, así como a la sociedad civil, academia y sector privado. Aquí es donde entran las ciudades que demuestran que la migración se juega en lo local. Son los gobiernos municipales quienes lidian con el acceso a vivienda, servicios básicos y programas de inserción laboral sin tener siempre las competencias ni los recursos. Quizás el federalismo latinoamericano nos obliga a pensar en cómo articular lo nacional y lo local sin caer en el vacío de responsabilidades y división de recursos.

En este sistema federal, en México hay innovaciones que no necesariamente requieren de grandes presupuestos. Tlaxcala encontró una vía para dispensar la apostilla en casos de vulnerabilidad y garantizar el derecho a la identidad. Una medida práctica, con impacto inmediato, que evita convertir la burocracia en esa constante barrera. Si bien existen avances propuestos para las legislaciones, es preocupante que sigamos sin atrevernos a discutir lo complejo: ¿cómo sostener financieramente la inclusión?, ¿cómo replantear el rol de las remesas como potencial inversión en las comunidades?, o ¿cómo diseñar políticas de retorno con enfoque de género para que las mujeres no pierdan su autonomía?

La migración no debe verse solo como un problema a gestionar, sino como un motor de desarrollo económico y social. Reconocerla como fenómeno estructural y transversal que redefine nuestras sociedades es el primer paso. Lo demás, negarlo o reducirlo a un trámite burocrático, es simplemente postergar lo inevitable.