El 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental: Empoderar, conectar, cuidar es el lema de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para este año.
La salud mental se define como un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad (OMS).
De acuerdo con el más reciente análisis del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), donde damos seguimiento y aportamos información para incidir en las políticas públicas y discusión presupuestaria, hemos encontrado que, aunque el gasto total destinado al sector salud aumentaría 5.9% respecto a 2025, en realidad, se mantiene una brecha presupuestaria de más de tres puntos del Producto Interno Bruto (PIB) dado el nivel mínimo sugerido de inversión pública de 6% del PIB.
En general, diversos conceptos del gasto en salud tendrían incrementos respecto a 2025 pero no logran alcanzar lo ejercido durante 2024. Tal es el caso de hospitales e institutos que tendrían un incremento real de 7.9%; o, en el caso de medicamentos, que alcanzaría un aumento real de 9.8%. Sin embargo, respecto al monto gastado en 2024, todos los hospitales e institutos de especialidad, así como el presupuesto destinado a medicamentos, tendrían recorte.
En el caso de los programas destinados a la atención de la salud mental, la situación es crítica, ya que el monto propuesto para 2026 equivaldría a un recorte real de 2.5% respecto a 2025; y si se compara con el monto ejercido en 2024, la reducción real sería de 13.8%. La salud mental, además de ser crucial para el desarrollo social, mantiene una relación estrecha con el desempeño macroeconómico del país; su impacto se ve reflejado en la productividad laboral y en las decisiones de ahorro e inversión de cada persona (Ascarza 2025).
Además, las necesidades de salud mental varían según el grupo de edad y es fundamental ajustar la asignación de recursos públicos de acuerdo con estas diferencias. A nivel mundial, el 27.2 % de las muertes por suicidio afectan a personas mayores de 60 años (GHE, 2019), el enfoque debe priorizar la creación de servicios comunitarios y redes de apoyo que prevengan el aislamiento social y fortalezcan la seguridad económica. Por otro lado, la OMS determinó que entre las y los jóvenes de 15 a 29 años, los trastornos mentales, como la depresión, son la principal causa de discapacidad, por lo que recomienda programas escolares de aprendizaje socioemocional como la principal herramienta de prevención.
La urgencia por incrementar la inversión en salud mental surgió a partir de la pandemia por Covid-19. Se estima que, el aumento de los trastornos de ansiedad y depresión fue de 25%. En México, después de la pandemia, se duplicó la prevalencia de depresión respecto a las cifras de 2019 y se estima que, durante 2020, las consultas de salud mental cayeron 62% (Silverio-Murillo, Velasco, de la Miyar, y Méndez, 2021). Nuestro país tendría que triplicar su gasto en salud mental para alcanzar los estándares regionales. Además, en cuanto a recursos humanos, la OMS recomienda que haya al menos un psiquiatra por cada 10 mil habitantes. En 2024, México contaba con 0.36 psiquiatras por cada 10 milhabitantes, menos de la mitad de lo recomendado.
Garantizar la salud mental es crucial para el fortalecimiento comunitario y económico, pues permite desarrollar habilidades para enfrentar el estrés de la vida diaria y contribuir a la sociedad; es más que la ausencia de trastornos mentales y cada persona presenta una experiencia diferente.
Se debe mejorar la atención y los accesos a los servicios de salud mental, por ello, resulta necesario incrementar la inversión en los programas relacionados con esta problemática social: No hay salud, sin salud mental.