1. Como se va perfilando el futuro gobierno de los Estados Unidos, es para poner las barbas –o trenzas-- a remojar. El nuevo gabinete se está integrando con duros, leales y extremistas creyentes en el proteccionismo recalcitrante de Donald Trump. Los intereses de Estados Unidos estarán primero, de eso se trata el “hacerlo grande otra vez”. En ese sentido, se va perdiendo el entusiasmo por el nearshoring, esa marea de inversiones que habría de beneficiar a nuestro país con motivo de la relocalización de cadenas de producción. Con Trump, los incentivos serán para que las empresas se localicen allá, cosa de ver que la gigafactory de Tesla que se ubicaría en Nuevo León ya no lo hará, y de establecerse, lo hará en algún otro lugar de Texas.
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2. De hecho, el virtual presidente Trump, junto con el gobernador Greg Abbot de Texas, están ofreciendo seguridad, certeza jurídica y energía barata, además de incentivos fiscales, para las empresas que se establezcan en Estados Unidos, así como castigos con aranceles pasmosos a productos que considere competencia desleal o con insumos chinos. Es de destacar que, conforme a diversos analistas de mercado, la inversión en nuestro país hasta ahora se ha tratado de reinversión de utilidades, yendo las nuevas relocalizaciones hacia Brasil, India, Vietnam e Indonesia, que compiten ofreciendo mejores condiciones. Ya con Trump, el propio Estados Unidos será un lugar seguro y cierto para las inversiones, lo que habrá de transformar el nearshoring en un “friendshoring”, con lo que la ventaja competitiva se irá reduciendo considerablemente.
3. Las remesas, por ahora en 63 mil millones de dólares anuales y que generan un fuerte efecto de economía circular en los estados a donde llegan –señaladamente en las regiones centro y pacífico del país–, habrán de sufrir necesariamente al materializarse el programa de deportaciones masivas que la administración Trump está preparando. También podría imponerse un gravamen a estos envíos monetarios. Y el comercio, en un auge tal que sobrepasa los 500 mil millones de dólares anuales y ha desplazado a China como el principal proveedor de Estados Unidos, habrá también de sufrir, encadenado a otros objetivos del programa de gobierno de Trump, como son el control de las fronteras, la migración y el combate al narcotráfico/fentanilo, por lo que pudiera apretar más para que México ponga recursos humanos y materiales a disposición de los intereses estadounidenses, como sucedió en el pasado para detener el flujo migratorio y sellar la frontera.
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4. Después viene la revisión –”renegociación”, dicen en la administración Trump— del acuerdo trilateral de comercio, que tiene una cláusula sunset o “guillotina” para su abolición si las partes no se ponen de acuerdo, la cual se dará en un ambiente hostil. En Canadá se escuchan voces para la expulsión de nuestro país del acuerdo, dejándolo en modo bilateral, imputando que el crecimiento de las exportaciones mexicanas contiene un alto componente de insumos chinos, siendo la puerta trasera para que éstos ingresen al Merconorte.
5. Y para la administración Trump, sería cosa de recordar las píldoras tóxicas como la exportación automotriz –topada a 2.7 millones de unidades por año y otras restricciones en camiones–, las reglas de integración, que subieron a 75% y ahora podrían llegar hasta el 90%; los energéticos, donde se exigió apertura y seguridades a las inversiones extranjeras, ahora maltratadas por las regulaciones nacionalistas en nuestro país, y los productos agropecuarios, en donde también ha habido restricciones consideradas pseudocientíficas, al asumirse que los granos transgénicos no son para consumo humano. o que el uso de glifosato en el control de hierbas de los cultivos es dañino, lo cual afecta a los granjeros de allá y de acá, en lo cual hubo por cierto, un panel recientemente perdido por México. Ni modo, el pronóstico es desfavorable y nos pondrá a prueba a todos.
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