“La protección civil es una tarea de todos: ciudadanos, gobiernos y organizaciones.” Angela Merkel
La madrugada del pasado 28 de septiembre, en la Ciudad de México la población, nuevamente, se enfrentó a las inundaciones provocadas por las lluvias torrenciales y es avenidas en alcaldías como Iztapalapa y Tláhuac se transformaron en ríos furiosos, dejando más de 2 mil personas damnificadas.
Inundaciones de casi un metro de altura barrieron con viviendas, colapsaron sistemas de drenaje y expusieron, una vez más, la fragilidad de una metrópoli descuidada por las instituciones gubernamentales y por la irresponsabilidad de todos. No fue un evento aislado, sino el recordatorio brutal de que la naturaleza no negocia.
En medio del lodo y la desesperación, surgió una verdad innegable: aunque no podemos predecir con exactitud los embates de la naturaleza, sí podemos prevenir y es que en un mundo donde el cambio climático acelera el ritmo de los desastres, invertir en preparación no es un lujo; es una imperiosa necesidad ética y práctica, así como de un compromiso fundamental con la sociedad.
La protección civil, en este contexto, emerge como una herramienta que puede ser la diferencia entre la fatalidad y la supervivencia. No se trata solo de rescatar en el momento del impacto, sino de anticipar: mapear zonas de riesgo, reforzar infraestructuras y educar a la población.
A nivel mundial los efectos del cambio climático rompieron récords en 2024, incluso de acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial los fenómenos extremos desplazaron a más personas que en cualquier año desde 2008; huracanes, inundaciones e incendios forestales fueron protagonistas indiscutibles.
No olvidemos que el huracán Helene en septiembre de 2024 arrasó con vientos de 240 km/h, dejando 200 muertos y daños por 50 mil millones de dólares, convirtiéndose en el más mortal en golpear los Estados Unidos de América desde el huracán Katrina en 2005.
En Asia, Afganistán y Pakistán sufrieron inundaciones que cubrieron un tercio de los países; África tampoco se salvó, en Kenia y Somalia, sequías prolongadas provocaron hambrunas que afectaron a 20 millones de personas. En datos del Reporte Global de Clima y Catástrofes, emitido por Aon plc, las pérdidas económicas por desastres naturales en 2024 alcanzaron los 368,000 millones de dólares a nivel mundial.
Tristemente, México sabe bien de estas lecciones amargas. Desde 2020, el país ha sido azotado por una sucesión de eventos que han cobrado vidas, arrasado economías locales y cuestionado nuestra resiliencia; por ejemplo el huracán Erick, que en julio de 2025 provocó inundaciones masivas en Guerrero y Oaxaca que desplazaron a miles y por supuesto no olvidemos las tormentas tropicales como Cosme, que azotaron la costa con vientos de 100 km/h.
Estos no son meros accidentes geográficos; son ecos de un patrón alarmante. México es ampliamente vulnerable ante los embates del cambio climático lo que se traduce en pérdidas económicas y un incremento del 40% en la exposición a riesgos como sequías, inundaciones e incendios forestales.
El cambio climático no es una abstracción lejana, como todavía diversos líderes y políticos creen, es el catalizador que hace que estos eventos sean más frecuentes, intensos e impredecibles, incluso el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) alerta sobre un aumento del 30% en los incendios forestales extremos para 2050
En México, la sociedad civil es el pilar invisible que sostiene el sistema, durante el sismo de 2017, brigadas vecinales rescataron vidas en minutos cuando el gobierno tardó horas en movilizarse. Hoy, además de la inversión y capacitación, también se requiere ayuda de la sociedad, por lo que uno de los factores más importantes es la concientización, ya que a pesar de que es un tema cada vez más abordado pocas personas realmente le hemos dedicado la atención que se requiere.
La protección civil no es sólo responsabilidad de las instancias gubernamentales también debe ser una tarea individual y colectiva: porque ante un cambio climático que nos enfrentará a más catástrofes ignorar esta llamada es peligroso.