La presidencia del TSJ-CDMX, en disputa y en deuda con la igualdad sustantiva. Un relevo que pondrá en unas horas a prueba la paridad: en 40 años solo una mujer ha encabezado el Tribunal en la capital, y a nivel nacional apenas 9 de 32 tribunales son presididos por mujeres. ¿Es, ahora sí, tiempo de mujeres?
En las próximas horas, la justicia de la Ciudad de México enfrentará una de sus decisiones más relevantes en décadas. El Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México (TSJ-CDMX) renovará su presidencia, dando por concluido el periodo de Rafael Guerra Álvarez (2022-2025).
Se trata de un relevo que ocurre en un momento crítico: en medio de una Reforma Judicial federal que modifica la forma de elegir 881 cargos en el Poder Judicial de la Federación; después de un paro judicial sin precedentes que se prolongó al menos 40 días; y con un sistema de justicia local que arrastra rezagos históricos, sobrecarga operativa y una profunda desconfianza social.
La cifra que resume esta discusión no admite matices: en 40 años, solo una mujer ha encabezado el TSJ-CDMX. Y a nivel nacional, de los 32 poderes judiciales estatales, únicamente 9 están presididos por mujeres. En la capital que suele presentarse como referente progresista, la paridad no ha llegado a los centros de decisión que definen sentencias, criterios y políticas judiciales.
Si la Ciudad de México ha colocado la perspectiva de género en la agenda pública, es momento de trasladarla a la estructura que imparte justicia.
Un momento decisivo para el TSJ-CDMX ¿Qué pasará?
Se habla de acuerdos, resistencias y favoritos, pero lo relevante es que existen perfiles con trayectoria que resultan incómodos para ciertos intereses. Entre quienes suenan para la presidencia del TSJ-CDMX están la magistrada Celia Marín Sasaki, con más de 35 años en el Poder Judicial, así como Ramón Sentíes y Arturo García. La eventual llegada de una mujer enviaría un claro y contundente mensaje de paridad en todo.
El próximo presidente o presidenta enfrentará al menos 3 desafíos centrales:
- Recuperar la confianza ciudadana. La justicia en México arrastra una percepción de opacidad. La legitimidad se construye con transparencia y resultados, no solo con declaraciones institucionales.
- Combatir la impunidad estructural. Según la ENVIPE 2024 del INEGI, el 92.2 % de los delitos en la Ciudad de México no se denuncian ni investigan. Es decir, 9 de cada 10 hechos delictivos quedan fuera del radar institucional.
- Cerrar la brecha entre denuncia, proceso y sentencia. Esto requiere coordinación efectiva con las fiscalías, algo que ha sido históricamente irregular y un proceso francamente terrible para las víctimas.
A estos retos se suma un hecho determinante: esta será la última elección interna en la que los 79 magistrados votan directamente por la presidencia del Tribunal. A partir del rediseño judicial previsto para 2027, el sistema cambiará profundamente. Lo que se decida ahora influirá en el rumbo de la justicia capitalina por al menos la próxima década.
Paridad no es presencia: es poder
La llegada de una mujer a la presidencia no resolvería, por sí sola, las fallas estructurales. La verdadera pregunta es: ¿se tendrá la voluntad política y administrativa para transformar la forma de impartir justicia? No se trata solo de sumar mujeres a las fotografías institucionales, sino de garantizar que su liderazgo impulse la digitalización de la justicia, profesionalización de las fiscalías y se trabaje con perspectiva de derechos.
El TSJ-CDMX atiende más de 300 mil expedientes al año, con una carga laboral que supera el 85 % de saturación. Sin una reingeniería profunda, cualquier proyecto de paridad o modernización será simbólico y no estructural.
Lo que está en juego
La decisión en unas horas, será un parteaguas. La ciudad necesita un tribunal que no solo administre expedientes, sino que garantice justicia pronta, cercana, confiable y con enfoque de igualdad.
No se trata de colocar un nuevo nombre en la silla principal del TSJ-CDMX.Se trata de decidir qué modelo de justicia merece la capital del país. La pregunta no es quién puede presidir el Tribunal. La pregunta es quién puede transformarlo.