Una propuesta “amigable”

29 de Mayo de 2025

Jorge Muñoz
Jorge Muñoz

Una propuesta “amigable”

Columna Jorge Muñoz

Todas las señales de que las malas decisiones que se han tomado habrán de pasarnos factura pronto están ahí: Retiro de visas de gobernadores y la amenaza de una lista negra, el gravamen a las remesas (que no debería ser la principal entrada de divisas si fuéramos un país con políticas de desarrollo exitosas), la captura y juicio a miembros de cárteles mexicanos en Estados Unidos, al mismo tiempo que crecen los grupos delincuenciales y por último, los comentarios de Marco Rubio provocados por el doble homicidio de personal cercano a la jefa de gobierno de la Ciudad de México, en los que aseguraba la intención de su país de colaborar militarmente con el gobierno mexicano a fin de acabar con dichas organizaciones.

Lo que dijo el secretario de Estado norteamericano, fraseado a manera de una “propuesta” parece indicar el resurgimiento de una vieja tentación militar de nuestro vecino del norte. Ya en los años 40s previo al ingreso de nuestro país en la segunda guerra mundial, Estados Unidos pretendía desplegar tropas en México debido a la posibilidad de una invasión japonesa. En ese entonces el presidente Ávila Camacho se opuso a la presencia de tropa armada y cualquier operación tenía que ser de forma conjunta con fuerzas mexicanas. Durante la guerra fría ocurrió lo mismo y no cedimos un palmo de soberanía.

Recordemos que las múltiples incursiones norteamericanas en suelo mexicano han representado siempre una causa de vergüenza y oprobio para los gobiernos en turno, no sin razón pues fue ante este país que se perdió la mitad del territorio. Por lo que la “propuesta” de colaboración militar suena inaceptable si tomamos en cuenta los antecedentes.

Soledad Loaeza, en su libro “A la sombra de la superpotencia. Tres presidentes mexicanos en la Guerra Fría, 1945-1958” sostiene una tesis sumamente interesante: La élite gobernante del México de entonces buscó la forma de limitar los apetitos militaristas estadounidenses en nuestro territorio a partir del desarrollo de una organización política que permitiera mantener las formas y la legitimidad suficientes para evitar que EUA tuviera alguna excusa razonable para buscar inmiscuirse de forma castrense en nuestra patria.

Esto trajo como consecuencia la creación de instituciones que garantizan diversos derechos políticos y sociales y una mayor integración de nuestras economía, lo que aseguró una convergencia de intereses entre ambos gobiernos que mantuvo a raya cualquier pretensión de esta naturaleza.

Hoy el contexto es diferente: por un lado, parece evidente el deterioro institucional que sufrimos, se nota en el crecimiento de la delincuencia organizada, la dependencia que tenemos de las remesas para obtener divisas y en el doble homicidio de la semana pasada, por poner algunos ejemplos. Por otra parte, el presidente Donald Trump ha empezado a instaurar una serie de medidas aislacionistas que están tratando de desvincular las economías de ambos países.

Todas estas condiciones, aunadas a otros problemas como la guerra comercial con China, la existencia de un TMEC que no está siendo cumplido por México en en el sector energético o en la garantía de instituciones que aseguren la competencia, el aumento de la migración, la presunta vinculación de los grupos de delincuencia organizada con actores gubernamentales (quienes por cierto ya son considerados grupos terroristas) y la crisis del Fentanilo que acaba con cientos de miles de vidas al año, han erosionado la relación bilateral y provocaron que nuestro principal socio comercial nos vea con desconfianza.

Pareciera que aquella forma de lidiar con EU que utilizaron los gobiernos postrevolucionarios podría ser la única opción para limitar este tipo de “propuestas” en las que el fuerte le dice al débil “déjame ayudarte a limpiar tu casa dado que tú no puedes y a mi no me gusta como se ve”. Si esto es así, deberíamos estar creando marcos institucionales robustos que de verdad provean seguridad, desarrollo económico y garantías para el ejercicio de las libertades y los derechos humanos. Dicen que la mejor política exterior es una buena política interior, en este caso parece ser verdad, pues si hubiéramos hecho lo que se supone que hacen los gobiernos, no tendríamos que lidiar con estas situaciones tan embarazosas en nuestra política exterior.