Unidad o declive

26 de Octubre de 2025

Juan Pablo Beltrán
Juan Pablo Beltrán

Unidad o declive

Juan Pablo Beltrán-

Cada generación enfrenta una prueba moral que define su destino. La nuestra es clara: o reconstruimos la unidad opositora como un frente republicano y patriótico, o resignamos al país a la hegemonía morenista, a su populismo empobrecedor y a su deriva autoritaria.

Como advirtió Tocqueville, la democracia sobrevive por la “virtud de la asociación”: la capacidad de las fuerzas libres de unirse frente al abuso del poder. Hoy esa virtud está a prueba. La oposición no puede seguir desperdiciando el hartazgo ciudadano en disputas internas o ambiciones personales.

Las elecciones de 2024 dejaron una lección contundente: aunque la candidata oficialista ganó con amplia ventaja, la suma de los votos de las fuerzas opositoras mostró que existe un bloque social y político significativo que no comparte el rumbo de Morena. Ese capital político, mal articulado, se dispersó entre proyectos que compiten por separado cuando deberían estar construyendo una alternativa común.

Mientras tanto, el poder morenista avanza con la lógica de la hegemonía: control de la Corte, sometimiento de los órganos autónomos, militarización institucional y asfixia presupuestal de los contrapesos. Lo que Hannah Arendt llamaba “la banalidad del mal”: cuando la concentración del poder se vuelve rutina, el silencio se normaliza y actos terribles son cometidos por personas ordinarias que no reflexionan sobre las consecuencias de sus acciones, sino que se limitan a obedecer órdenes dentro de un sistema burocrático.

Giovanni Sartori lo explicó hace décadas: “la fragmentación de la oposición es la forma más elegante de suicidio político”. En México, esa frase cobra vida cada elección. Los proyectos personales, disfrazados de pureza ideológica, impiden la construcción de un proyecto nacional.

El Frente Amplio Opositor fue un paso valiente, pero insuficiente. Hoy se requiere un nuevo pacto opositor, más amplio y honesto, que convoque a todas las fuerzas democráticas, sin exclusiones ni arrogancias, para frenar el rumbo autoritario.

El PAN debe aportar su tradición de libertades, familia y patria. El PRI, su experiencia, institucionalidad, carácter combativo y su gobernabilidad. Movimiento Ciudadano, su energía joven, visión urbana y talento digital. Juntos se puede construir un nuevo relato: uno que no divida entre “buenos” y “malos”, sino que una a quienes creen en la libertad, la justicia y el Estado de Derecho. Que una a quienes creen que un México mejor es posible.

La fuerza de la democracia no radica en quién gobierna, sino en que el poder tenga límites. Esa es la verdadera brújula del bloque opositor: unir voluntades, detener el abuso y garantizar que nadie esté por encima de la ley. Poner primero a México.

En este contexto, Alejandro “Alito” Moreno ha pasado de ser un líder cuestionado a un actor clave de la unidad nacional. Su llamado a construir un solo frente opositor marcó un punto de inflexión: reconoció que la disputa ya no es ideológica, sino existencial.

“México no necesita más divisiones; necesita coraje, estrategia y unidad para defender su democracia”, afirmó en el Consejo Político Nacional del PRI. Y tiene razón: sin generosidad entre liderazgos, el futuro será más oscuro que cualquier derrota pasada.

El PAN, por su parte, vive un momento de renovación impostergable. Si logra reencontrarse con su esencia humanista, abrirse a jóvenes, sociedad civil y clases medias ilustradas, y —sobre todo— si logra poner primero a México, puede ser clave para una coalición moderna, competitiva y con visión de Estado.

Morena ha sabido explotar el resentimiento social y la polarización, pero su hegemonía no es invencible. Cada día se acumulan más pruebas de su mala gestión: corrupción descarada, nepotismo, frivolidad y un desprecio creciente por la ley. Gobiernan con propaganda, no con resultados. Y en el fondo, saben que la unidad de la oposición es su peor pesadilla: porque cuando México se une, Morena se derrumba.

La unidad no es una opción táctica: es un deber moral con México. Requiere humildad, estrategia y visión histórica. Significa pactar con quienes piensan distinto, pero creen en las mismas reglas del juego democrático.

Como decía Churchill, “no hay enemigos permanentes, sino causas permanentes”. Y la causa hoy es una sola: salvar la República democrática.

Porque divididos somos minoría, pero unidos somos mayoría. Y esa mayoría no debe ser de cálculo político, sino de conciencia moral.

México necesita un frente amplio renovado PAN, PRI, MC y la ciudadanía caminando juntosque no solo se oponga a Morena, sino que proponga un futuro distinto: libertad, mérito, desarrollo, seguridad y Estado de Derecho.

La fórmula es sencilla, pero exige coraje:
Unidad, estrategia y visión. Solo así podremos devolverle a México la esperanza.