1. Del 13 al 18 de octubre se realizaron en Washington las reuniones de otoño de las instituciones financieras internacionales, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, intentando recoger los trastes rotos en la inefable guerra comercial desatada por el tío Trump. Lo que resulta evidente, es que no habrá recursos disponibles de fácil acceso ni apelación a más deuda pública, si bien el FMI considera que el mundo evoluciona mejor de lo esperado, pero peor de lo que se necesita. El promedio global de crecimiento se ubica en 3.2%, aún por debajo del nivel de prepandemia, que era del 3.7%, lo que muestra que, a pesar de todo, en el mundo se sigue apelando al crecimiento, la eficiencia y la innovación como los impulsores del desarrollo y el bienestar, tal como muestra el otorgamiento del premio Nobel de Economía al rol de la innovación.
2. No obstante, los principales factores de riesgo siguen siendo los conflictos geopolíticos, el incremento de presiones inflacionarias por el proteccionismo comercial y la corrección abrupta en el mercado de las acciones tecnológicas, asociadas a la IA. Es decir, los mercados están inflados por expectativas en bienes intangibles como son el software, chips y nuevas tecnologías de información, lo que incrementa el riesgo de caídas abruptas. De ahí que, incorregible como es, el FMI retome las recetas de choque: recomienda a los países la realización de reformas estructurales, la contención del gasto, incluido el excesivo consumo de los Estados Unidos –por fin señala la causa real del desequilibrio comercial estadounidense, que es el gastar mucho más de lo que produce— y aminorar la sobreinversión en China que genera un enorme excedente comercial.
3. Advierte asimismo de la trayectoria ascendente de la deuda pública, que alcanzará el 100% del PIB global para 2029, sobre todo en los Estados Unidos, China y Europa, generando crecientes costos para financiarla, en tanto las tasas de referencia sigan elevadas. Finalmente, Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, recomienda hacer lo necesario para reforzar la confianza de los inversionistas y preservar el comercio internacional como núcleo del crecimiento.
4. Para el Banco Mundial, México crecerá un poco más cuando consiga resolver la incertidumbre de su relación con los Estados Unidos y logre la renegociación del TMEC. Su crecimiento ahora es inercial, lo que mejora las perspectivas hasta 2027, pero también le limitan. Este año, el BM es más conservador, estima 0.5% (no 1%, como consideran el FMI y el gobierno mexicano), logrará 1.4% en 2026 y si acaso, 1.9% en 2027… cifras que, desde luego, están por debajo de las logradas en el periodo neoliberal. Por ahora, ayuda que algunos de los competidores de México en Asia enfrentan aranceles más elevados, lo que provoca una cierta desviación de ese flujo comercial hacia México. Hasta entonces, el crecimiento económico será débil e inercial.
5. El Banco Mundial recomienda a países como el nuestro invertir en infraestructuras y gastar en educación, para acelerar el crecimiento en tiempos de incertidumbre. Aumentar la inversión en 1% del PIB manteniendo constante el gasto total mediante reducción del consumo público se asocia con incrementos de 1.5% del PIB en economías avanzadas y hasta 3.5% en economías en desarrollo. Los beneficios a mediano y largo plazo de aumentar el gasto educativo son aún mayores. Incrementar el presupuesto educativo en 1% del PIB para modernizar sistemas educativos puede repercutir en 3 y hasta 6% de incremento en el crecimiento, lo que contribuye a reducir la desigualdad de manera sostenible, mejor que con otras políticas sociales. Lo recomendable sería lograrlo mediante el fortalecimiento de las instituciones, la lucha contra la corrupción, la transparencia y rendición de cuentas, reforzando también el control del gasto público. Es decir, contar con gobiernos honestos, eficaces y transparentes… vaya receta, de la que aún nos faltan varios ingredientes. Tales son los vientos de otoño que esperemos no se tornen en un vendaval.