Poco a poco, y a veces no tan despacio, el tema de la deuda pública mundial se está convirtiendo en uno de los fundamentales, ante los cuales los organismos internacionales y autoridades de varios países están urgiendo a encontrar una solución. Sin embargo, no será sencillo y, en muchos casos, podría ser imposible.
Hay países cuya deuda ya supera el 100% de su Producto Interno Bruto (PIB), como el Reino Unido, España, Francia, Italia, Estados Unidos, Canadá o Japón; el último alcanza un equivalente al 240% de su PIB. También existen muchos países en desarrollo con deudas de esa magnitud, y supuestamente son los más afectados al intentar reducirla.
Este mes, el Fondo Monetario Internacional (FMI), en una de sus publicaciones señaló que, para fines de este año, calcula que la deuda pública mundial llegue a los 100 billones de dólares, y que para 2030 es casi seguro que alcanzará el 100% del PIB global.
El Fondo expresó su preocupación por algunos países que requieren mayores esfuerzos y, sobre todo, ajustes fiscales para estabilizar o reducir su deuda. Concretamente se refiere a Brasil, Francia, Italia, Sudáfrica, Reino Unido, China y los Estados Unidos, países en los que se estima que la deuda aumentará más. Es decir, las dos economías más grandes del mundo presentan déficits crecientes; aunque el propio FMI reconoce que cuentan con opciones para mejorar su política económica y aplicar medidas de saneamiento fiscal.
El FMI menciona que desde 2021 más de 100 Estados soberanos mantienen una deuda superior al 60% de su PIB, y el número sigue creciendo. Calcula, además, que la mitad de esos Estados tendrán dificultades para pagar los intereses de su deuda. Por ello, recomiendan, por cierto, como siempre, “una reestructuración oportuna para contener el daño”, ya que no sólo preocupa el tamaño de la deuda, sino también su costo.
En su reciente Monitor Fiscal, el FMI hace un llamado a mejorar los presupuestos de los Estados y, de paso, reducir su deuda. Cita concretamente que los países deben aumentar la inversión en dos áreas que, aunque parecen poco relacionadas, son clave: la infraestructura y la educación. Según el informe, si se incrementara en 1% del PIB la inversión en infraestructura, se obtendría un crecimiento del PIB de 1.5% en los países desarrollados y de 3.5% en los de menor desarrollo. En el caso de la educación, argumenta que una inversión equivalente al 1% del PIB generaría un crecimiento de 3% en las economías desarrolladas y de 6% en las emergentes.
Las proyecciones parecen muy alentadoras, aunque no está del todo claro qué tan realistas son, pues no se detalla, por ejemplo, cómo se distribuiría ese 1% de inversión en el caso de la educación. Afortunadamente, nuestro país no se encuentra entre aquellos cuya relación deuda-PIB supera el 60%. Según lo informado por las autoridades, se estima que este año se ubique alrededor del 52%, y las principales calificadoras nos mantienen en grado estable.
Aun así, sería deseable que se atendiera la recomendación de incrementar los presupuestos destinados a infraestructura y educación, especialmente el último rubro, que ha sido castigado durante más de seis años. En el caso concreto de la educación superior, numerosos estudios coinciden en que es una de las bases fundamentales para un crecimiento económico sostenido.
La pandemia, los desastres naturales y el cambio climático han afectado profundamente el desarrollo económico de nuestro país durante un largo periodo. Por ello, el crecimiento económico ha sido, es y se proyecta pírrico, lo que sin duda impactará en el incremento de la deuda pública.
Si se pretende que México crezca de manera sólida y sostenible, ya no resulta racional seguir aplicando más recortes al gasto público.