Peregrinación a la Basílica de Guadalupe: el duro camino nocturno desde Chimalhuacán entre basura, frío y rutas inseguras
Peregrinos de Chimalhuacán y Nezahualcóyotl recorren de noche una de las rutas más riesgosas del Edomex rumbo a la Basílica, entre frío, basura y silencio
Miles de peregrinos duermen en las inmediaciones de la Basílica de Guadalupe.
/Foto: Norma Montiel
Para llegar al festejo había que recorrer cerca de 22 kilómetros por una de las rutas más inseguras y difíciles del Estado de México. Este peregrinar comenzó en Chimalhuacán y, desde allí, hubo que caminar de noche y un poco de madrugada durante cinco horas, entre basureros, aguas negras, pisos terregosos y casi sin luz. Además, había que soportar el aire frío que helaba la cara y las manos, lo que obligaba a marchar en grupo como la única forma de resistir los seis grados que marcaba el termómetro.
Axel y el significado de cargar una urna durante la peregrinación
“Ya estoy grande para hacerme cargo de ella”, soltó de pronto el joven Axel, de 24 años, que caminaba entre la gente y se distinguía por varias cosas: sus tatuajes en los brazos que resaltaban sobre su piel morena y que, a pesar del frío, vestía bermudas y camiseta de futbol. Pero sobre todo, porque cargaba entre sus manos, cuidadosamente, una sencilla urna de madera con una cruz metálica, donde guardaba las cenizas de su abuela, una mujer sencilla que murió hace 10 años.
No es la primera vez que desde Nezahualcóyotl emprende esta ruta junto a su familia —una mujer madura, otro joven y un niño—. Esta es la séptima ocasión, las mismas veces que ha cargado la vasija con los restos de su abuela para llevarla con la Virgen de Guadalupe y que esté presente en su fiesta.
¿Cómo es caminar desde Nezahualcóyotl y Chimalhuacán rumbo a la Basílica?
En el camino, por momentos, Axel se pierde entre la gente. Es un río incesante de peregrinos que parten desde Chimalhuacán o Nezahualcóyotl. En realidad, nadie piensa en el largo trayecto que apenas comienza, pese a la incertidumbre que se siente en el ambiente, un escenario en penumbras y con obstáculos.
Olores, riesgos y silencio: ¿Qué se encuentran los peregrinos en la ruta?
El punto de encuentro es la avenida del Bordo de Xochiaca, uno de los tramos más sinuosos y oscuros, que apenas se ilumina con las lamparitas de 10 pesos que ofrecen los vendedores ambulantes y las luces de un par de camionetas de la policía municipal.
Caminar por esa zona, a las siete de la noche, no es seguro, pero nadie piensa en ello, salvo la policía, que sabe que sí hay riesgos: “Buenas noches, por su seguridad caminen sólo por los rieles y durmientes del tren, por favor”, repiten una y otra vez los agentes dispersos en los primeros tres kilómetros.
Por ahora no hay rezos ni alabanzas, sólo el resonar de las pisadas, fuertes y firmes, para evitar lesionarse un tobillo al pisar basura, rieles o piedras. Ni siquiera se escuchan conversaciones, apenas murmullos. Lo que, por momentos, retumba en el aire es la música de las bocinas que algunos peregrinos cargan en sus hombros, junto a un cuadro de la Virgen de Guadalupe adornado con escarcha.
El olor a basura, humedad y humo se impregna en la piel, la ropa y el cabello, mezclado con la tierra que levantan los peregrinos a cada paso entre la hierba y la maleza que enmarcan el canal de aguas negras.
¿Qué cambia después de los primeros kilómetros?
A diferencia de otras rutas, en esta parte del camino no hay gente regalando comida ni botellas de agua. Son solo familias completas, jóvenes, adultos y niños siguiéndose unos a otros casi sin voltear atrás.
Seis kilómetros más adelante, el panorama cambia. Lo más pesado del camino ha quedado atrás. Ahora hay que lidiar con la tierra y la maleza, donde los mosquitos se han apropiado de los cuerpos, junto con el cansancio.
Se pueden ver las luces de algunas casas, una patrulla con la torreta encendida y una mujer regalando flores hechas de papel. Sin embargo, pocos se detienen: saben que faltan tres horas y media para cumplirle a la “morenita”.
De repente, los gritos: “¡Cuidado, cuidado! ¡El tren, el tren! ¡Háganse a un lado!”, repiten una y otra vez, pasando la voz. Muchos corren y otros solo se hacen a un lado, esperan y sacan sus celulares para grabar el paso de la máquina. Luego continúan su recorrido.
No todo es fe en el camino a la Basílica de Guadalupe
“¡Monas y motita!”, se escucha una voz entre la oscuridad. Entre las sombras aparece un hombre con sudadera gris y gorra blanca, con una bolsa de monedas en la mano. Sabe que los policías se quedaron atrás y aprovecha para hacer su “vendimia”.
El olor a activo o solvente —“mona” para los del barrio— se mezcla con el polvo y el frío que lastiman la nariz.
Ya son 10 kilómetros recorridos. Son los límites entre el municipio de Nezahualcóyotl y la delegación Gustavo A. Madero. Pasando esa frontera, ahora sí, la comida, las bebidas y las imágenes de la Virgen no faltan: parece un bazar.
Entre las calles, ya con una sensación de seguridad, los peregrinos se sientan en las banquetas, se quitan los zapatos para descansar un poco los pies, hacen fila para usar el baño o comen un taco.
Testimonios de peregrinos: caminar con fe, cansancio y promesas
Uno de ellos es Salvador, un hombre de más de 1.70 metros de altura, con un rostro cansado, pero que no deja de avanzar. En las manos también lleva una urna de madera. Son las cenizas de su mamá, la señora Laura. Ella murió hace tres meses, en septiembre, por insuficiencia renal. El hombre y su hijo caminan lento, pero no se detendrán, aunque les falten poco más de dos horas para llegar a La Villa.
El Eje 5 Norte parece lleno. Los peregrinos se mezclan con los gritos de feligreses que, bien abrigados, desde sus autos y a manera de manda o agradecimiento, ofrecen tortas, pan, dulces, atole, ponche, café (con y sin piquete), aguas, jugos, chilaquiles, tamales, tacos de canasta y guisados. Así, cada uno se gana el cielo como puede.
Un año más de vida:La llegada a la Basílica
Es la una de la mañana. El señor Alejandro, de 60 años, salió hace cinco horas de su casa en Chimalhuacán junto con su hijo, de apenas 25. Recorrió todo el camino solo para pedir a la Virgen un año más de vida.
Ya está muy cerca, pero el trayecto se siente más pesado: las plantas de los pies arden, los tendones se estiran, pero nada detiene a los peregrinos.
Ha pasado la medianoche, pero algunas calles de la delegación Gustavo A. Madero siguen inundadas de peregrinos que, ya sea a pie o en bicicleta, apresuran su paso. En este punto, lo importante ya no es la hora, sino llegar con bien.
Con playeras de colores, banderines, mochilas al frente y rostros cansados, avanzan lentamente entre vendedores ambulantes. Poco a poco, entre imágenes de santos, rosarios, veladoras, biblias y otros artículos religiosos, los peregrinos se acercan al templo mariano.
Han pasado más de cinco horas desde el punto de partida en Chimalhuacán. Las mañanitas y la ceremonia religiosa ya concluyeron, y no queda más que ver la repetición por televisión. Los bultos de gente envuelta en cobijas y casas de campaña convierten el camino a la iglesia en un laberinto. Miles, millones, descansan su largo peregrinar.
En las escalinatas del templo, con una imagen de la Virgen de Guadalupe en las manos, está el señor Alejandro, vestido con sudadera negra con franjas azules, pantalón de mezclilla y gorra. A su lado, su hijo. Sin nada más que los cubra, esperan a que amanezca y abra el Metro para regresar a Chimalhuacán.