El nacimiento de mi bellísima sobrina, vino a luminar (como pedacito de sol que es) a mi algo confundida cabeza. La presencia de este pequeño ser de amor, tuvo a bien restablecer la conexión entre mi corazón y mi cerebro. De pronto pude observarme, darme cuenta del lugar extraño al que mis pensamientos me estaban llevando, un lugar donde el miedo impide avanzar y por lo tanto, vivir.
Seguramente el temor tiene la función de protegernos, de evitarnos pasar malos ratos, sufrir o ser infelices; pero enfrentarlo nos regala una visión más amplia, nos fortalece, empodera y nos permite dimensionar aquello que nos asusta. Y creo que esa es su función más útil. Empiezo hoy un proceso que seguramente no será fácil, los caminos parecen sinuosos y algo obscuros; sin embargo, emprenderlo con valentía me hace sentir confianza en la vida, en mi y en el futuro.
Llegar a este punto me ha tomado un buen tiempo y mucho trabajo interno, tuve que entregar amorosamente todo aquello que noté que no me pertenecía, por ejemplo, en un acto muy liberador, le entregué a mis papás (a mis papás internos, nunca lo hice en persona), ideas y prejuicios que no me estaban sirviendo para vivir mejor mi momento, lo hice lo más amoroso y humildemente que me fue posible. Les entregué miedos heredados, prejuicios, maneras de relacionarse con los hombres y con las mujeres, tristezas, enojos y demás emociones y pensamientos que no eran míos y que me estaban generando pesar. Después de hacerlo les pedí que vieran con buenos ojos que yo hiciera diferentes las cosas, que creara yo mi propia experiencia. Lloré un mar, pero una vez que todo tomó su lugar, pude verme con mayor benevolencia y me sentí mucho más ligera y confiada. Literalmente sentí que me quité peso de encima.
Otro de los pasos que me sirvió dar fue ser muy honesta conmigo misma, verme sin filtros, sin pretextos ni justificaciones, entender mis necesidades y aceptarlas como parte del paquete completo que soy, sin juzgarme ni sentir culpas. Una persona a la que admiro me dijo “en tu honestidad vas a encontrar tu fuerza”, y así fue. El día que fui totalmente honesta conmigo el rumbo de lo que quería para mi vida, cambió.
Finalmente y en un acto no menos difícil, hice uso de toda mi paciencia, le di tiempo a mi mente de acallarse, le di tiempo a mi cuerpo de fortalecerse, le di tiempo a mis emociones para madurar, fui paciente en la búsqueda de las mejores soluciones a mis problemas y cuando llegó el momento, me di tiempo para sentir los miedos y vencerlos.
Pronto podré compartirles de qué va este proceso, poniéndolo al servicio de quienes pueda serles útil. Y es que para hacer grandes cambios en la vida, es necesario dar muchos pequeños pasos.
¡Hasta la próxima!
@didiloyola