¿Ha matado Trump al Acuerdo de París?

28 de Abril de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

¿Ha matado Trump al Acuerdo de París?

La entrada en vigor del Tratado de París apenas el pasado 4 de noviembre, representó un paso en la dirección correcta en la imperiosa necesidad de estabilizar las emisiones globales de Gases de Efecto Invernadero, promover un modelo más sustentable de desarrollo y evitar el riesgo de escenarios climáticos catastróficos. La victoria de Donald Trump significa un golpe tal vez fatal a la arquitectura climática global y, con ello, el fracaso definitivo por controlar aumentos en la temperatura del planeta por encima de los 2ºC.

Cualquier intento por leer con optimismo el ascenso de Trump a la Presidencia de los Estados Unidos desde una perspectiva climática, representa simplemente un acto de miopía o autoengaño deliberado. Si bien es comprensible que figuras como Ban Ki Moon actúen con prudencia e intenten generar un ambiente de tranquilidad con sus declaraciones, se equivocan cuando señalan que el Acuerdo de París seguirá intacto a pesar de Trump.

No se trata únicamente de que Trump haya declarado frívolamente que el cambio climático es un engaño que proviene de China, desde mayo de este año definió una agenda energética que pasa por un impulso al sector hidrocarburos, retirar a los Estados Unidos de los compromisos adquiridos en la COP 21, reducir las regulaciones ambientales y aprobar el desarrollo del oleoducto Keystone XL desde Canadá, algo que Obama había logrado frenar por sus efectos ambientales negativos y el rechazo de comunidades locales afectadas.

Al igual que la afirmación de supremacía blanca y el desprecio a los grupos minoritarios, la negación del cambio climático y la defensa de los intereses de la industria petrolera están en el DNA del programa de gobierno trumpeano. Basta con ver el nombramiento de Myron Embell, del Center for Energy and Environment, un organismo abiertamente negacionista del cambio climático y comprometido hasta la médula con el sector hidrocarburos, como el responsable de definir la reorganización de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA) durante la etapa transición, para entender las intenciones ambientales de la nueva administración.

Una vez en el poder, Trump tiene varios caminos para evadir las responsabilidades adquiridas por los Estados Unidos en materia de cambio climático. En primer lugar, esperar los tres años que establece el artículo 28 para poder abandonar formalmente el Acuerdo, con lo cual la eventual salida se materializaría hasta el 2020. En segundo lugar, no tocar el tratado pero tampoco cumplir sus compromisos. En tercer lugar, abandonar la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático para garantizar la renuncia completa de los Estados Unidos ante cualquier tipo de obligación frente a la comunidad internacional en la materia.

Me parece que la estrategia de Trump, que va a pagar la inversión de la industria petrolera en su campaña, buscará alcanzar la ruptura más amplia a la mayor brevedad posible, para evitar con ello que cualquier gobierno posterior tenga margen para asumir nuevos compromisos. Esto se acompañará con el impulso a una mayor explotación de hidrocarburos y el incumplimiento de facto a los compromisos adquiridos en un tratado que, si bien se define como “vinculante”, en realidad carece de sanciones para los Estados que decidan no cumplir

El Acuerdo de París representa una apuesta por un modelo que en lugar de impulsar metas obligatorias para la reducción de emisiones, depende de que los Estados pongan sobre la mesa en forma voluntaria los compromisos que verdaderamente están dispuestos a cumplir. Este enfoque tenía como objetivo superar los problemas de cooperación internacional que afectaron en funcionamiento el Protocolo de Kioto. Pero lo que era la principal virtud del modelo, compromisos autoimpuestos, se ha transformado en su mayor defecto: en forma prácticamente simultánea a su entrada en vigor, un primer país, y nada menos que uno de los principales contribuyentes a las emisiones globales de CO2, amenaza con abandonar el tratado y generar con ello una reacción en cadena impredecible.

¿Qué queda ante lo que parece inminente? Al parecer ni los llamados de líderes internacionales o la protesta social dentro de los Estados Unidos afectarán la decisión del gobierno de Trump. La comunidad internacional se enfrenta al dilema de cumplir el tratado sin la cooperación norteamericana, aplicar sanciones comerciales a los Estados unidos, como ha propuesto recientemente Sarkozy, o esperar que el nuevo gobierno sea frenado por decisión judicial ante la posibilidad de que ciudadanos norteamericanos comiencen a presentar demandas ante la Suprema Corte.

Bajo cualquier escenario, la elección norteamericana comienza a generar daños colaterales y en una semana la comunidad internacional ha pasado de celebrar la rápida entrada en vigor del Tratado de París, al desasosiego ante el riesgo de que la nueva arquitectura climática muera desde la cuna.

@ja_leclercq