El llamado climático de Laudate Deum

13 de Junio de 2025

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

El llamado climático de Laudate Deum

juan antonio leclercq

El pasado 4 de octubre, el papa Francisco presentó la exhortación apostólica Laudate Deum sobre la crisis climática, la cual extiende el llamado de Laudato Sí, publicada en 2015, en torno al cuidado del planeta como nuestra casa común. Este documento aparece justo en el marco de las expectativas a la baja sobre la próxima COP28.

Algunos mensajes me parecen especialmente importantes. Sobre la responsabilidad de actuar que tienen los países con mayores ingresos, puntualiza que “Con la pretensión de simplificar la realidad, no faltan quienes responsabilizan a los pobres porque tienen muchos hijos y hasta pretenden resolverlo mutilando a las mujeres de países menos desarrollados. Como siempre, pareciera que la culpa es de los pobres. Pero la realidad es que un bajo porcentaje más rico del planeta contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial, y que la emisión per cápita de los países más ricos es muchas veces mayor que la de los más pobres. ¿Cómo olvidar que África, que alberga más de la mitad de los más pobres del planeta, es responsable de una mínima parte de las emisiones históricas?”

Los estudios especializados advierten que los niveles de daño y vulnerabilidad son mucho más altos para los países con menores recursos y para la población que enfrenta condiciones de marginación y pobreza. Una de las más graves injusticias derivadas del cambio climático radica en que quienes menos han contribuido al fenómeno y que cuentan con menores capacidades institucionales para protegerse, sufrirán en mayor medida de las pérdidas y daños ocasionados por desastres naturales.

También rechaza los argumentos que señalan que “mitigar el cambio climático, reduciendo el uso de combustibles fósiles y desarrollando formas de energía más limpias, provocará una reducción de los puestos de trabajo”, cuando en realidad la destrucción relacionada con efectos climáticos extremos provocará pérdidas en la calidad de vida, mayor marginación y niveles de desarrollo más bajos. Lo indispensable es una “transición hacia formas renovables de energía, bien gestionada” y orientada desde un enfoque centrado en la igualdad de oportunidad, que integre las voces y aspiraciones de pequeñas comunidades, pueblos indígenas y quienes son vulnerables por su situación socioeconómica. La justicia climática debe estar en el centro.

El agotamiento del modelo de las COP requiere de una tutela mundial de bienes globales comunes donde “no basta pensar en los equilibrios de poder sino también en la necesidad de dar respuesta a los nuevos desafíos y de reaccionar con mecanismos globales ante los retos ambientales, sanitarios, culturales y sociales, especialmente para consolidar el respeto a los derechos humanos más elementales, a los derechos sociales y al cuidado de la casa común”. Propone transformar una diplomacia para que responda a la nueva configuración del mundo, lo cual pasa por impulsar nuevos mecanismos de participación democrática global, reglas más eficientes para la negociación y esquemas más efectivos para la deliberación y cooperación entre los Estados y entre estos y las organizaciones de la sociedad.

El mensaje es enérgico y exige a la comunidad internacional a asumir su obligación de proteger y evitar una catástrofe planetaria. Sin tapujos señala a quienes “pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático están ahí, cada vez más patentes”. Negar el cambio climático, ignorar la incidencia de fenómenos ambientales más extremos y evadir la necesidad de mitigar urgentemente las emisiones de gases de efecto invernadero, representa una irresponsabilidad y un acto inmoral cuyos costos terminará por pagar la propia humanidad.