La sed que viene

12 de Mayo de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

La sed que viene

js zolliker

Pocas cosas le hacen tan feliz, como la lluvia. Cada vez que el clima favorece la precipitación, gana dinero, mucho, mucho dinero. Ha montado en su finca, un enorme sistema de captación de agua pluvial. No se desperdicia nada. La recibe, la procesa, la limpia, filtra y la acumula. Después, usa lo que necesita, acopia todo lo que puede y vende lo que le sobra por cantidades estratosféricas.

Como esa propiedad, tiene cientas más. La mayoría, en medio de la nada. A horas varias de cualquier ciudad, accesibles sólo por vía aérea o por sinuosos caminos. Algunas, del tamaño de la presa de Valle de Bravo y otras bastante más pequeñas, pero con mucha profundidad. Eso sí, en todas, hace lo mismo: cuida las reservas naturales con las que cuenta la zona, capta el agua de lluvia o de pozos o ríos cercanos, y acapara el vital líquido.

Obviamente, tal imperio, no lo construyó él solo. Pero, aunque contó con el apoyo de socios capitalistas y empleados de distintos gobiernos, el crédito, ese sí, es solo suyo. La visión, nadie más la tuvo y ahora sus reservas están valuadas en mucho más que varias de las más grandes marcas de automóviles, con todo y sus fábricas y armadoras.

No lo niega, para llegar a donde está, ha tenido que ensuciarse las manos algunas veces. La mayoría, con los gérmenes del dinero y de sobornos a funcionarios o a consultores que elaboran estudios medioambientales para las autoridades. Otras tantas, muchas menos, con lodo y sangre de activistas ambientalistas y otros estorbos. Nada que no se quite con un buen baño de tina y una copa de coñac.

Obviamente, sabe que mucha gente está sufriendo por falta de agua en distintas zonas del país. Conoce de sobra, el estrés hídrico del Valle de México y de los Estados del norte de la república. No es cosa nueva. Es un tema que lleva gestándose décadas y que ningún político ha querido atender, porque no es obra que luzca y se pueda presumir. Por ejemplo, varios gobiernos han intercambiado el agua de su propia gente, para que gobiernos extranjeros se hagan de la vista gorda ante sus atropellos. Con la sed de su propio pueblo, pagan el silencio foráneo.

Por ejemplo: México, se sabe desde hace mucho tiempo, es el principal consumidor de agua embotellada. Aquí, hay más voluntad política para obligar a restaurantes a quitar saleros de las mesas, que para hacerlos filtrar el agua. De limpiar las tuberías ya ni hablamos. Entonces, en consecuencia, se consume la mayor cantidad de recipientes plásticos de PET con agua cara, que en todo el resto del planeta. ¿Cómo no dedicarse a cuidar y a acumular algo tan simple, tan escaso y valioso? Además, no le cabe duda: los políticos mexicanos de esta generación han sido tan pequeños e inmediatos, que jamás sembrarían un árbol de cuya sombra y fruta nunca se beneficiarían. Mejor para él.

Ahora, está negociando con billonarios de otros países, para invertir juntos, en distintas partes del mundo, imitando su modelo de negocio: comprarán tierras con lagos o reservas naturales, en medio de la nada, y luego crearán formas de captar y atesorar más y más líquido. Y la vigilarán. Y la venderán lo más cara posible, pues el 80% del consumo va dirigida a la agroindustria. Total, la gente puede vivir sin electrodomésticos, pero no sin alimentos. Siéntense a ver, en pocos, poquísimos años, el agua potable será fuente de enormes riquezas como el siglo anterior lo fue el petróleo. La sed que viene es una realidad y muy pronto cambiará al mundo.

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