Proyecto Balloon

29 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Proyecto Balloon

Como todos los días, a la hora de siempre, María salió de su casa para celebrar el final de la jornada. No hizo mucho calor en el día y al atardecer el aire estaba fresco y húmedo. Así le sabrá mejor su cigarro Delicado que acompaña con su trago de aguardiente de Damiana que aprendió a fabricar según la receta de su abuela y que bebe a pico de botella. Nada más un trago antes de meterse a descansar. “Por eso se mantiene buena la yegua”, dice al aire cada que pasa frente a su casa uno de sus poquísimos vecinos, Juan de Jesús Osuna, un viejo que lleva años en la siembra de cártamo.

Estará enfermo, pensó ella, porque hoy no lo ha visto pasar y si de algo se precian los pueblos menores a una centena de habitantes es de sus diarios y significativos rituales puntuales. ¿On’tará el viejo? se preguntó mientras empinaba su botella y a lo lejos, en el cielo, percibió un extraño objeto con brillantes luces que parecía estar cayendo desde el espacio.

Telefoneó a su hermana y su cuñado que viven como a 20 minutos a pie, a una cuadra la calle que mandó a asfaltar del centro a la carretera federal el secretario de Gobernación, don Abascal, hijo del licenciado Abascal Senior, con quien su abuelo cofundó, según le contaron, esa comuna religiosa y agrícola que tratarían de independizar de México en la Segunda Guerra Mundial porque, le dijeron de niña, habían encontrado una mina con un muy raro mineral.

Al cabo de unas horas, María, Cota, su cuñado y su compadre, Pablo Pedro Ciriaco (un profesor que andaba de visita), se dieron a la tarea de ubicar el objeto que vieron que cayó en las tierras del viejo ausente. “Ha de ser extraterrestre”, dijo Cota varias veces. “Yo creo que debe ser un satélite”, agregó Pablo Pedro Ciriaco, el más leído de los tres.

Cuando dieron con el objeto, se encontraron con un plástico transparente atado a una estructura de fierros que rodeaba una caja que intermitentemente pitaba y arrojaba una pequeña luz blanca. Algo tenía pegado en un idioma que no comprendían y por ello llamaron a la policía, que se comunicó con Protección Civil, que se comunicó con Gobernación, que a su vez llamó a una agencia de seguridad nacional. Al poco rato recibieron una llamada: se trata del Proyecto Balloon, de una enorme empresa de telecomunicaciones que coloca globos en la estratósfera para proveer de internet a zonas en desastre o de difícil acceso y poca densidad poblacional. ¡Ah! mira, qué interesante.

Llegó pues, al amanecer, un tractocamión con operadores muy amables que recogieron el aparato y les dieron a todos los presentes algunos miles de pesos. Se fueron rápidamente, sin que nadie sospechara que el objeto traía una potente cámara dentro de la chillante caja, y desconociendo que el vehículo en el que se llevaron todo no era de la empresa de telecomunicaciones.

Extrañamente, a pocos kilómetros de ahí, un turista en su yate denunció a la Marina un enorme buque de carga que podría estar robando arena de una bahía despoblada, pero dicha alerta fue dada de baja cuando se reportó que al poco tiempo el buque retomó su ruta habitual para exportar mercancías mexicanas a Corea del Norte.

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