Hoy quisiera compartir mi experiencia “detox”, apoyándome del documental A User’s Guide to Cheating Death de Timothy Caulfield, y de la entrevista de Joseph Schwarcz, director de Ciencias de la Universidad McGill. Empecemos por la palabra temida: toxinas. Las toxinas son sustancias orgánicas que pueden provocar distintos tipos de daños físicos. Son moléculas o proteínas que portan el veneno producido por una bacteria, planta o animal. Sí, es cierto que también hay toxinas producidas por la contaminación y los químicos que nos rodean, y muchos de ellos se encuentran en la industria alimentaria y cosmética. Pero también hay toxinas que las genera nuestro propio cuerpo, llamadas endotoxinas o toxinas endógenas. Estas toxinas son desechos del metabolismo, la digestión de proteínas, la respiración, el estrés, las bacterias presentes en el intestino y la eliminación de hormonas en el hígado. Pero, ¿cuál es el problema? Pues que la palabra “detox” está de moda. Ahora todos nos sentimos sucios y necesitamos hacer algo al respecto, porque somos víctimas de las toxinas producidas por la contaminación, y estamos expuestos a residuos y hormonas tóxicas todo el tiempo. Nos han hecho creer que cuando el organismo alcanza un nivel elevado de toxinas, tenemos que resetearlo, sometiéndonos a purgas que llegan a ser extremas. Sí, es cierto que necesitamos depurarnos, pero ya tenemos los órganos encargados de realizar esa función. Nos purificamos a través del hígado, los riñones, los pulmones y la piel. El problema es que cualquier palabra que sea sinónimo de limpieza, es susceptible a convertirse en el verbo de temporada. La palabra “detox” es un discurso promocional y no científico. Sí, cuando hice una dieta “detox” me sentí bien, pero no fue por tomar jugos. Me sentí bien porque cambié los hábitos malos por los buenos, porque perdí el miedo a los carbohidratos complejos y, sobre todo, porque me relajé, dejé de contar las calorías y ahora sólo me fijo en los macronutrientes. El conflicto que yo veo es que bajo engaños, nos han convertido en prisioneros y enemigos de nuestra fuente principal de combustible y bienestar: la comida. Creo que todavía hay mucha ignorancia en el ámbito alimenticio y las grandes empresas se aprovechan de ello. Nos quieren vender una idea que está manipulada y no es del todo cierta. “Una dieta equilibrada es recomendable, pero no tiene propiedades mágicas”, explica el bioquímico J.M. Mulet, y Aitos Sánchez García, dietista y nutricionista, advierte: “Desde el punto de vista nutricional no estoy en contra de los jugos verdes, pero no se les pueden atribuir efectos terapéuticos que no tienen”. Mi conclusión es que no necesitas irte al extremo y vivir rodeada de productos “detox”, para estar sano. Si comes bien (el plato del buen comer), disminuyes el consumo de carnes rojas y embutidos, comes verduras, tres piezas de fruta al día (la glucosa en exceso no es saludable), moderas el consumo de alcohol, no fumas y duermes bien, tendrás lo mismo que te venden las dietas “detox”: piel suave y limpia, aliento fresco, buena digestión, cabello sano, ojos brillantes, más energía, mejor calidad y cantidad de sueño y una mejoría en tu estado de salud. Ni el “matcha”, ni el “açaí”, ni el “cacao”, ni el “aceite de coco”, ni la “chía”, ni todos los “superfoods”, que siempre han estado presentes en las dietas japonesas, brasileñas, mexicanas, peruanas y de otros países, desde los orígenes de la civilización, van a hacernos más sanos, más fuertes y más longevos. Eso depende de los hábitos que tenemos y del estilo de vida que cada uno lleva. De qué sirve que comas “superfoods”, que nos venden como producto milagro, si fumas tres cajetillas de cigarro al día. Es tan incoherente como predicar misa y ser pedófilo. Mi opinión…