La Casa de las Flores: la telenovela de Manolo Caro

6 de Mayo de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

La Casa de las Flores: la telenovela de Manolo Caro

alejandro aleman

Con una cita de Van Gogh sobre lo cómoda, pero estéril que es la normalidad, comienza La Casa de las Flores, primera incursión del prolífico Manolo Caro (tres películas y un documental en tres años) en el mundo de los seriales televisivos. La serie que marca el regreso de Verónica Castro a “la televisión” es producida y transmitida por
 Netflix y nos presenta a la familia De la Mora, acaudalados dueños de una florería (La Casa de las Flores del título) donde la matriarca, Virginia (Verónica Castro), está a punto de festejar el cumpleaños de su esposo (Arturo Ríos) en un gran y opíparo festejo que se ve opacado al descubrirse el cuerpo de una suicida. El tenebroso hallazgo abre una caja de pandora: todos los miembros de la familia esconden un secreto y se verán obligados a revelarlos tras descubrirse la identidad de la inoportuna suicida. En un estilo que recuerda a Desperate Housewives (voz en off de la difuntita incluida), Manolo Caro encuentra en el formato seriado el mejor vehículo para el despliegue de sus muy particulares obsesiones, a saber: el eterno homenaje a Almodóvar, personajes femeninos siempre al borde de un ataque, el insistente cuestionamiento sobre lo “normal” y la celebración de todas las formas del sexo, del amor y de la sexualidad. Sus diálogos, que siguen teniendo una veta profundamente telenovelera, encuentran en este formato su lugar natural. Y es que, finalmente Manolo Caro se ha salido con la suya: si el hombre insistía en convertir su cine en una telenovela, aquí finalmente tiene la oportunidad de hacer una, con todas las de la ley y además con la presencia —más icónica que actoral— de una Verónica Castro con la que incluso se permite ciertas bromas meta (“Yo soy como una rosa”, dice la actriz en algún diálogo, mientras que en otro momento canta a todo pulmón Es Mejor Así, de Cristian Castro). Caro se da permiso de cometer toda clase de excesos argumentales y escénicos, pero también repite viejos vicios: una visible inconsistencia en el tono del relato que pasa caprichosamente del melodrama soporífero a la divertida comedia. No sé si este es el mejor trabajo de Manolo Caro, pero sí parece ser el más honesto y el más propio para el despliegue de su veta autoral. Quienes odien sus películas, odiarán esta serie-telenovela y por el contrario, aquellos que disfruten de su explosivo estilo quedarán gratamente satisfechos.

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