Isla de Perros: tímida fábula

6 de Diciembre de 2025

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Isla de Perros: tímida fábula

alejandro aleman

Probablemente no hay otro lugar donde la rigidez visual de un director como Wes Anderson se encuentre tan cómoda como lo es en el cine de animación, cuadro por cuadro. Es ahí donde Anderson cumple lo que posiblemente sea su sueño como creador: un espacio absolutamente bajo su control.

Es el caso de su segunda incursión al cine animado: Isla de Perros. Ambientada en Japón, en la ciudad imaginaria de Megasaki. El alcalde Kobayashi (voz de Konichi Nomura) ha decretado que todos los perros del lugar sean enviados a una isla basurero debido a una extraña gripe que afecta a los animales y se contagia a los humanos. Desobedeciendo el decreto, un niño llamado Atari (voz de Koyu Rankin) roba una avioneta y aterriza en la isla con un sólo propósito: recuperar a su perro.

La animación no podía ser más cuidada, los escenarios están hechos con absoluto detalle y la manufactura de los muñecos es tal que hasta se puede ver el fino pelaje de los perros moverse con el viento. Las voces de los perritos definen su marcada personalidad mediante grandes actuaciones vocales: Scarlett Johansson, Edward Norton, Jeff Goldblum y, por supuesto, Bill Murray. Pero quien se roba la película es Bryan Cranston en el personaje de Rex, un perro callejero que no confía en autoridad alguna.

Con temas que van desde el abandono, la amistad, la lealtad, así como mensajes ambientalistas e incluso políticos, la trama es demasiado binaria para su propio bien: un relato de buenos y malos, perros y gatos, niños contra adultos, ciudadanos contra políticos. Una fábula al fin y al cabo, claro, pero con demasiada tersura para el nivel de sus intenciones. A diferencia de su pasada incursión en el cine animado (Fantastic Mr. Fox, 2009), aquí no hay medias tintas, ni tampoco sacrificio. Nada que perturbe a un público que, supongo, Anderson busca que sea primordialmente infantil.

El director toma decisiones controversiales: no traduce las frases en japonés, el único personaje norteamericano (una chica rubia, pero con afro) será quien salve el día y, literalmente, transforma a un personaje de negro a blanco a través de un merecido baño.

En el mejor de los casos se dirá que no hay subtexto en todo lo anterior, pero en el caso de un director tan meticuloso y obsesivo por el control, como lo es Anderson, me cuesta trabajo creer en coincidencias. Al final, se trata de una linda y conmovedora historia que, sin embargo su falta de riesgo, la ubica dentro de las cintas menores en su carrera.

@elsalonrojo

https://www.youtube.com/watch?v=xC5DWAVCSFw