Shin Godzilla: el gobierno inoperante

27 de Julio de 2024

Shin Godzilla: el gobierno inoperante

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SALÓN ROJO | La columna de Alejandro Alemán

@elsalonrojo

El inicio de Shin Godzilla, la trigésimo primera cinta sobre la mítica bestia tira edificios y escupe fuego, es completamente caótica. Y ello no es reclamo, uno no esperaría sino caos y destrucción en una película sobre uno de los grandes monstruos en la historia del cine.

Lo curioso es que mucho de ese caos no se ve tanto en las calles sino en las oficinas de gobierno. Cual si estuviéramos frente a una parodia política, los directores de esta cinta (Hideaki Anno y Shinji Higuchi) muestran a los más altos mandos de Japón todos hechos bolas ante la terrible situación (igualito a los de acá al anunciar el gasolinazo) en una cadena burocrática donde nadie decide nada si no es el primer ministro y cuya única reacción ante la crisis es hacer juntas y más juntas mientras Godzilla ya lleva tres o cuatro edificios al traste y amenaza con seguir avanzando hacia la capital.

Justo cuando uno cree que los políticos nipones no encontrarán más solución que convocar a los sectores productivos para proponerle a Godzilla un Acuerdo para la Protección de la Economía Familiar, el joven Rando Yaguchi (Hiroki Hasegawa) -un político que como diría mi abuela “no está maleado”- y la guapa enviada de los Estados Unidos (Satomi Ishihara) harán equipo para enfrentar el problema y plantear el ataque frontal, aunque ello implica otro dilema: atacar con armas nucleares a la bestia y muy probablemente destruir medio Japón.

Los valores de producción no son precisamente los más altos ni mucho menos. Godzilla pisa tierra como una horrenda larva de ojos saltones que rápidamente evoluciona en el monstruo panzón que todos conocemos. A diferencia de la anterior encarnación norteamericana de Godzilla (dirigida por Gareth Edwards, el mismo de Rogue One) aquí no se ocultará a la bestia, al contrario, destruirá con lujo de CGI edificios, puentes y todo lo que se le ponga enfrente, aunque a decir verdad, los efectos no son precisamente espectaculares.

El ritmo es frenético, la edición es accidentada, los diálogos se disparan cual ráfagas de tal forma que uno queda exhausto al seguirlos. Se trata de un homenaje y actualización a la cinta original de 1954 que no obstante la falta de pericia técnica, no pierde la esencia: una crítica a la estupidez del gobierno, a la estupidez humana, y un gusto por la destrucción. Larga vida a Godzilla.

Ingeniero, locutor y crítico de cine con más de 10 años de experiencia profesional.

https://www.youtube.com/watch?v=hNwORVbNN-s

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