Señor Presidente
Le escribo porque leía justo ayer que está molesto porque parece que los ciudadanos no queremos ver los avances y beneficios que ha traído su administración. Y tiene algo de razón. Pero es que los ciudadanos estamos muy molestos porque ni usted ni sus cercanos parecen querer ver que la gran mayoría del tiempo nos sentimos burlados, mofados y despreciados, y porque las reformas, aunque nos haya bajado el recibo de luz, no son suficientes para nuestras expectativas de cambio y de mejoras en México.
Me permito platicarle una experiencia excepcional que tuve durante la gestión de Marcelo Ebrard como alcalde de la ciudad: cuando metió a los policías a la calle para que se notara su presencia y se obligara a los ciudadanos a respetar el carril exclusivo del nuevo transporte colectivo, no tardaron en saberse los varios abusos que comenzaron a cometer muchos de esos servidores públicos contra la ciudadanía.
Para no hacerle el cuento largo, a mí me detuvieron porque decían que mi auto “emitía humo”. No era así. Era un auto nuevecito que me había prestado la empresa donde laboraba en ese entonces, con sus papeles en regla y una verificación no más vieja de una semana. Por ello y envalentonado con la creencia de que el cambio del país lo causa uno, decidí no ceder un centímetro y negarme a soltar una “mordida” que me pedían para no llevarme al corralón. La respuesta de los agentes fue clara: no le devolvemos sus papeles y nos acompaña a la delegación, y si sigue terco, lo subimos a la patrulla y lo acusamos de resistirse a la autoridad.
Supongo que fue por alguna de las cámaras que vigilan la avenida Insurgentes que algún superior observó lo que sucedía porque no tardó nada en llegar un vehículo que decía “Unidad de Asuntos Internos”, desde donde bajó un tipo vestido de policía que preguntó sobre lo que acontecía. Le expliqué la situación y lo invité a ver el escape del auto y comprobar que no salía nada de humo; todo está en orden, rematé. Aquel de inmediato se disculpó en nombre de la policía del Gobierno del Distrito Federal y me devolvió mi licencia y tarjeta de circulación que los oficiales tenían secuestradas. Luego, reprendió dura y respetuosamente a los oficiales y frente a mi, levantó un reporte por radio que pude escuchar: los policías debían presentarse de inmediato ante su superior y se les abría un proceso que podía tener consecuencias legales y hasta terminar con su carrera.
Le reitero mi sorpresa, estaba yo boquiabierto y me costó trabajo no gritar de júbilo. Obviamente, apenas pude, le conté a todo mundo lo que sucedió e incluso lo publiqué por Facebook y Twitter: “Hoy me siento orgulloso de ser chilango, el cambio ha llegado y la Ciudad de México es otra”, dije a los cuatro vientos.
Sepa señor Presidente, que eso mismo queremos los mexicanos para el país entero. Queremos sentirnos orgullosos de México, y no sólo cuando juega la selección de fútbol. Por eso le escribo. Porque escándalo tras escándalo político, nada pasa; sigue todo igual y acaso, renuncia uno que otro funcionario y de paso nos regañan diciendo que todo fue un error, que somos humanos y los que no lo entendemos somos unos ojetes porque le estamos privando al país de sus servicios.
Por ello, le sugiero que cumpla estos tres puntos:
- Haga su “Unidad de Asuntos Internos” y haga que funcione de verdad. Póngle el nombre rimbombante que quiera, pero que funcione. Y no deje que los legisladores destruyan la ley anticorrupción para dejarla a modo.
- Fortalezca a la policía con cámaras en patrullas y uniformes: todos queremos que se termine la impunidad en la vida cotidiana, que se castigue a todos lo que actúan mal, sean vecinos que tiran basura, desconocidos que se estacionan en lugares prohibidos o unifirmados que abusan de su posición.
- Explique muy bien el asunto de sus casas porque la duda mancha todo lo que hace. Si bien es cierto que muchos altos funcionarios ganan lo suficiente para comprar grandes propiedades porque además no tienen gastos de ropa, alimentación, gastos medicos y comidas lo que duran en su gestión, las cuentas deben quedar claras. Es cierto, nadie juzga las enormes propiedades de los Presidentes de otros países, pero en México nos han robado tanto, que más vale explicar bien cada centavo. Es mejor un debate sobre si ganan demasiado...
¿Cómo quiere ser recordado? ¿Como un reformista? ¿O como quien no pudo explicar en todo el sexenio de quen chong las casas esas?
Atentamente,
Un ciudadano con expectativas de cambios