Sí al cubrebocas, pero sin falsas percepciones
Para evitar el efecto Peltzman, que puede llevar a las personas a relajar otras medidas de protección, la economía conductual sugiere reforzar su cumplimiento

Desde que un grupo de 239 científicos mandó una carta abierta a la Organización Mundial de la Salud (OMS), ésta aceptó que es muy probable que el virus SARS-CoV-2 se pueda contagiar a través de aerosoles que permanecen en el aire y no sólo de microgotas de saliva que caen al suelo, en más o menos metro y medio.
Esto hizo que la OMS considerará, como ya muchos gobiernos lo habían hecho desde hace meses, los cubrebocas como un elemento fundamental para la protección de las personas.
Sin embargo, como señalan los economistas conductuales Alex Horenstein de la Universidad de Miami, y Konrad Grabiszewski, del Prince Mohammad Bin Salman College, “cualquier política que intente modificar el comportamiento de las personas, en este caso, hacer del uso de máscaras una nueva norma, debe tener en cuenta los ajustes de comportamiento no deseados que la política puede generar”.
En un artículo de opinión publicado en The Conversation, los autores destacan el llamado efecto Peltzman, que se ha documentado en áreas tan diversas como la conducción de automóviles, los deportes, los mercados financieros, la prevención del embarazo y hasta en el consumo de drogas.
El efecto Peltzman se puede resumir con la frase: “Cuando las cosas se vuelven más seguras, las personas ajustan su comportamiento y actúan de manera más imprudente”.
El mecanismo es siempre el mismo: una medida de seguridad (un cinturón de seguridad en el caso de conducir o un rescate del gobierno en el caso de invertir), le permite al receptor correr más riesgos (conducir más rápido o invertir en instrumentos más riesgosos). Al final, el comportamiento se vuelve menos responsable. De hecho, una medida de seguridad, puede hacer que la actividad sea más peligrosa”, escriben Horenstein y Grabiszewski.
Los autores consideran que, por el efecto Peltzman, muchas personas se sentirán más seguras al usar cubrebocas y tenderán a “relajar otras formas de prevención, como lavarse las manos con cuidado o mantener la distancia social. En el peor de los casos, el riesgo de infección podría aumentar”.
E incluso podrían salir a la calle y a un mayor riesgo de infección “quienes deberían quedarse en casa, especialmente las personas mayores o con enfermedades subyacentes”.
“La ciencia del comportamiento sugiere, entonces, que hacer que las máscaras faciales sean obligatorias debe ir acompañado de políticas que mantengan, o incluso aumenten, otras formas de prevención”, concluyen los autores.