El mayor peligro que Trump representa no es la mentada construcción del muro. Es su falta de escrúpulos, su intrigante manera de inculcar miedos, su trato a quien se le opone y la violencia con la que expresa su megalomanía
Reflexionando sobre la majadera reacción del ex presidente de México Vicente Fox a las provocaciones del marrullero Donald Trump pensé ¿Sería la enésima reconstrucción del muro de la infamia entre México y Estados Unidos lo peor que podría sucederle a México, Estados Unidos y el resto del mundo si Donald Trump llegara a ganar la presidencia?
No, concluí, el peligro que Trump representa es mayor que el muro más alto del mundo y quizá la construcción de un muro entre ambos países no siempre fue una mala idea ¿No hubiera sido magnífico para México haber erigido un muro de contención en 1836 cuando un grupo de aventureros que llegaron como “colonizadores” se apropiaron de Texas? Si entonces no se pudo ¿por qué no en 1842 cuando empezaron las incursiones navales en California que pronto se extenderían por todo el suroeste entre 1846 y 1848, y que terminaron costándole a México la mitad de su territorio? Una tercera oportunidad surgió cuatro veces entre 1859 y 1914, pero las cuatro veces el ejército norteamericano entró por la fuerza a México y no hubo muro que los detuviera.
Las oportunidades que México dejó pasar, Estados Unidos las explotó y en 1990, construyó un primer tramo del muro físico en la frontera entre Tijuana y San Diego de un poco más de 22 kilómetros de longitud. La barrera siguió creciendo en 1996 , 1998 y 2006 pero nunca llegó a cubrir los 3,326 kilómetros que tiene la línea divisoria. En un discurso pronunciado cerca de El Paso, Texas, en mayo de 2011, el presidente Obama puso en evidencia por qué nunca cesará la retórica encendida de los demagogos como Trump, exigiendo que el muro sobre la frontera sea cada vez más grande. Ese día la muralla cubría ya más de mil kilómetros, el número de agentes fronterizos se había duplicado en menos de una década hasta llegar a los 20 mil; los drones de vigilancia fronteriza patrullaban más de 900 millas con más de 10,000 vuelos de vigilancia. Todo esto, dijo Obama ese día, “no es suficiente para los republicanos. Ahora dirán que hay que cuadruplicar la patrulla fronteriza, que hay que construir una barda más alta, o un foso con cocodrilos. No importa lo que se haga nunca dirán que se ha hecho lo suficiente.”
¿Por qué? Porque el objetivo real del muro no es la seguridad. Los migrantes no presentan un problema de seguridad pero los políticos oportunistas necesitan sacar provecho de los miedos raciales de una minoría de estadounidenses que tienen una pésima imagen de México. Con tal de lograr la nominación de su partido Trump ha decidido que México y sus migrantes son el chivo expiatorio perfecto y como su vanidad no tiene límites a declarado, “quiero un muro hermoso porque quizá algún día le van a llamar ‘el muro de Trump.’”
Sin embargo, el muro no es lo preocupante, lo alarmante es la megalomanía del candidato Republicano. En España, entre bromas y veras, el difunto Felipe II le ha sugerido a Trump que “considere restablecer la Inquisición”. En Dinamarca, el director de un periódico relata la cobertura del ascenso de Trump como “el paso de la fascinación al agravio.” En Gran Bretaña, casi 600 mil ciudadanos le pidieron al Parlamento que considerara impedirle entrar al país. Der Spiegel lo declaró “el hombre más peligroso del mundo… líder de un movimiento autoritario lleno de odio.” Y advirtió: “nada sería más dañino para Occidente y la paz mundial que su elección como presidente. En comparación, George W. Bush parecería un remanso de lógica y razonamiento.” Para der Spiegel como para muchos de nosotros, “detrás de su lema de campaña, ‘Volver a hacer grande a América”, hay la visión de un país que no respeta los tratados internacionales ni las minorías étnicas ni las normas establecidas de la decencia”.
Trump, escribieron en Salon.com, encarna a la perfección la hiriente frase que define a Estados Unidos como “el único país en el mundo que pasó de la barbarie a la decadencia sin haber tenido un período de civilización”. Esto es lo que causa aprensión, la manera en la que trata a sus oponentes, su falta total de escrúpulos, su intrigante manera de inculcar miedos y la violencia con la que se expresa cuando lanza sus amenazas, bravatas e insultos.