Leer a más mujeres. La respuesta al machismo literario

31 de Octubre de 2025

Claudia Aguilar Barroso

Leer a más mujeres. La respuesta al machismo literario

Claudia Aguilar Barroso

Claudia Aguilar Barroso

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Foto: EjeCentral

El pasado 23 de octubre, durante la presentación del proyecto “25 para el 25”, Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica, en respuesta a una pregunta, pronunció unas palabras que deberían haber provocado indignación y no risas, el funcionario público aseguró que el FCE “no iba a caer en cuotas de género” y que “si partimos de la cuota, un poemario escrito por una mujer, horriblemente asqueroso de malo, no merece que se lo mandemos a una sala comunitaria”. La presidenta de la República, presente en el acto, simplemente se rió. Y después intentó corregir el desatino anunciando que pronto habría una colección “solo de mujeres”. Pero no se trata de compensar con una estantería aparte. Lo grave es que un funcionario público encargado de promover la lectura perpetúe la idea de que calidad y género son categorías incompatibles.

Las palabras importan. Las palabras siembran imaginarios y consolidan jerarquías. De ahí que declaraciones como las de Taibo II no sean meros “deslices” o errores inofensivos de un viejo escritor, sino una expresión clara de machismo institucionalizado. Quien desde el Estado desprecia o invisibiliza a las mujeres creadoras, contribuye a sostener la estructura que las ha borrado durante siglos de la historia, de las letras, de la política, de las aulas y de tantos otros espacios.

Las cuotas de género, tan vilipendiadas por quienes disfrutan del privilegio sin reconocerlo, no son caprichos ni concesiones: son instrumentos de justicia social. Las acciones afirmativas existen porque las desigualdades históricas no se corrigen solas. Las mujeres no partimos del mismo punto de salida, ni recorremos el mismo piso parejo; las mujeres escritoras por ejemplo, han tenido que escribir, publicar y resistir en condiciones de desventaja, sin los apoyos institucionales ni la visibilidad mediática de los hombres. La paridad y las cuotas son, precisamente, un intento por nivelar el terreno que durante siglos fue campo vedado para tantas mujeres.

Y sin embargo, aun desde ese terreno adverso, las escritoras mexicanas han producido algunas de las obras más poderosas de nuestra literatura. Desde Rosario Castellanos, Elena Garro, Inés Arredondo, Amparo Dávila, Josefina Vicens y Elena Poniatowska, hasta Margo Glantz, Ángeles Mastretta, Laura Esquivel, Carmen Boullosa, Rosa Beltrán, Ana García Bergua, Cristina Rivera Garza, Valeria Luiselli, Fernanda Melchor, Guadalupe Nettel, Brenda Lozano, Gabriela Jauregui, Alma Delia Murillo, Jazmina Barrera, Verónica Gerber Bicecci, Laia Jufresa, Daniela Tarazona, Ave Barrera, Andrea Chapela, Brenda Navarro, Aura García Junco, Isabel Zapata y Dahlia de la Cerda, entre muchas otras, la literatura escrita por mujeres no solo ha sostenido el pulso de la narrativa mexicana, sino que la ha renovado.

Leerlas no es un acto de corrección política: es un acto de reconocimiento. En sus páginas hay memoria, deseo, rebeldía y futuro. Hay una visión del país que no cabe en los moldes patriarcales del poder. Hay preguntas que los discursos oficiales prefieren callar y una inteligencia narrativa que no necesita permiso para existir.

Por eso, frente a la ligereza de las palabras de Taibo II, la mejor respuesta es leer a más mujeres. No porque sean “una cuota”, sino porque sin ellas no hay literatura mexicana completa. Leer mujeres es resistir el borrado, desafiar la misoginia que aún habita nuestras instituciones culturales y devolverle al lenguaje su poder de transformación.
Las escritoras, no necesitan indulgencia ni colecciones aparte: necesitan lectores conscientes y políticas culturales que las reconozcan en el mismo plano que a sus pares hombres. Si algo demuestra esta larga lista de nombres es que el talento femenino no es excepción, sino norma. Lo que ha sido excepcional, tristemente, es la voluntad de verlas.