Volver a abrir las puertas

28 de Abril de 2024

Luciano Pascoe

Volver a abrir las puertas

Frente a un mundo repleto de desplazamientos, guerras y violencia, la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas reabrió el debate sobre un asunto fundamental para el mundo: los refugiados. El tema va más allá de la reubicación de personas que huyen de sus tierras, pues nos obliga a ver las condiciones que los expulsan de su país, las circunstancias de su tránsito en busca de destino, y el recibimiento de los lugares a los que llegan.

Los tres momentos retratan una humanidad descompuesta. La devastación de la guerra o la persecución; el abuso de quienes ofrecen una ruta insegura de escape por mar o tierra; y la hostilidad por múltiples motivos en una etapa en que se han exacerbado los sentimientos nacionalistas y xenófobos son algunas de las exhibiciones más nítidas de lo que nos falta.

Durante años, México fue reconocido como un ícono del refugio para quienes dejaban atrás sus patrias. Hace casi 80 años, se abrieron la puerta al refugio español, argentino y chileno y hoy son incuestionables las aportaciones que han hecho esas comunidades al país.

En la ONU, el presidente Peña Nieto habló de siete puntos para establecer un pacto global para terminar con la marginación de los migrantes, de los que vale la pena destacar la necesidad de adoptar un enfoque de derechos humanos y la inclusión social para combatir la intolerancia contra los migrantes.

El refugio es un termómetro de las sociedades, ya sea por si ponen en riesgo a sus habitantes, si dan buen trato a los migrantes o la forma en que los acogen o no. Son pocas las naciones que hoy cumplen con aspectos favorables en todos los niveles; la nuestra tiene mucho por hacer.

A México llegan cientos de personas cada año en busca de refugio; lo hacen principalmente por la violencia en sus países, por sentirse perseguidos por opiniones políticas y por los conflictos internos.

El refugio habría de ofrecer mejores condiciones que aquellas de las que huyen. Para reconstruir la vida que dejan atrás, el mundo al que llegan debiese ofrecer esperanza e integración.

Abrir las puertas no pone en riesgo a las sociedades; al contrario, las enriquece y fortalece su diversidad cultural.