Zona Cero | Combate el virus a bordo de su Chevy
Claudia es una técnica laboratorista que tomó la iniciativa de recorrer los linderos entre GAM y Nezahualcóyotl para atender a la población vulnerable

Cuando la pandemia por Covid-19 se extendió en la Ciudad de México, un pequeño laboratorio de análisis clínicos ubicado en los límites de Gustavo A. Madero y Nezahualcóyotl se convirtió en un centro de diagnóstico accesible para detectar, mediante placas de tórax, al nuevo coronavirus.
En pocos días el negocio quedó atendido únicamente por Claudia, técnica laboratorista desde hace más de 30 años, y quien, a pesar de estar en un grupo vulnerable por haber padecido cáncer de mama, no quiso abandonar ni a los pacientes que la visitaban para estudios rutinarios, ni a los nuevos enfermos que no podían acceder a otras formas de diagnóstico.
Para no dejar a los pacientes vulnerables sin atención rutinaria, Claudia organizaba rutas para tomar pruebas a domicilio. Fue así, que armada con careta, cubrebocas, guantes, bata y buenas intenciones, esta técnica de 51 años recorría las calles de las colonias cercanas al laboratorio en su Chevy gris para atender a la población más vulnerable.
En este camino muchas veces recibió miradas incómodas de los vecinos que, al verla entrar con todo el equipo, pensaban de inmediato que se trataba de algún caso de coronavirus, e incluso en algunas ocasiones tuvo que ser escoltada para no sufrir agresiones, todo esto mientras su acompañante hablaba sobre la prueba que había tomado para despejar las dudas de los chismosos.
Pero la realidad de Covid-19 no la esperaba en la calle, sino en las puertas del laboratorio donde personas de todas las edades asistían para tomarse una placa donde se revelaba la crueldad del virus. Pulmones llenos de agua y cicatrices se convirtieron en parte de la rutina, así como un sinfín de pruebas extras por los daños causados por remedios caseros como el dióxido de cloro.
En más de cinco meses atendiendo sola a pacientes por Covid-19, sus protocolos no han fallado, dejo de ir las casas porque el riesgo era muy alto para ella y sus pacientes, pero cada tarde, cuenta los días y respira al darse cuenta que ha pasado otra semana sin enfermarse.