La guerra por el agua un conflicto que no se vislumbra lejano

19 de Abril de 2024

Simón Vargas
Simón Vargas

La guerra por el agua un conflicto que no se vislumbra lejano

“El agua es la fuerza motriz de toda la naturaleza” Leonardo Da Vinci

Este recurso ha sido vital para la existencia de nuestro planeta; incluso algunas teorías sobre el origen de la vida, como la propuesta por el bioquímico ruso Aleksandr Ivanovich Oparin ponen el agua como el punto de partida para la evolución de la especie.

Del total de agua existente de agua en nuestro planeta el 96.5% de agua salada, y el 3.5% restante es dulce; el cual se encuentra a nivel superficial en forma de ríos y arroyos, a nivel subterráneo en forma de acuíferos naturales, y en forma de hielo en los polos y cimas de montañas; y es justamente este pequeño porcentaje aunado al recuperado por las lluvias el que ha comenzado a escasear y ha desatado tensiones en diversas partes del mundo.

Hoy, si no actuamos con consciencia y de forma unida, nuestro futuro será seco. La contaminación, la presión demográfica, el cambio climático y el uso descontrolado de este líquido han comenzado a generar escases, provocando carestía alimentaria y tensiones entre países, que a la larga podrán desembocar en guerras por agua; de acuerdo al Centro Común de Investigación de la Unión Europea durante el año pasado se identificaron zonas potenciales donde podrían comenzar estos conflictos bélicos presentando como foco de atención las regiones de los ríos Nilo, Indo, Tigris y Éufrates, el Ganges y Colorado.

Desafortunadamente, el tema no es nuevo ya en 1995 el entonces vicepresidente del Banco Mundial, Ismail Serageldin, lanzó una de las primeras advertencias: “Si las guerras de este siglo se disputaron por el petróleo, las guerras del próximo siglo se librarán por el agua, a menos que cambiemos nuestro enfoque para administrar este recurso precioso y vital”.

Ismail Serageldin no estaba errado, a pesar de que aún ningún conflicto bélico ha sido abiertamente declarado en pos de la lucha del vital líquido, en febrero de este año después de un ataque contra un convoy en Cachemira, India; el ministro de recursos hídricos de este país amenazó a Pakistán advirtiendo que bloquearían los cursos de agua que fluyen desde su nación hacia la república islámica si no cesaban los ataques; incluso arriesgándose a romper un tratado implementado desde 1960; es decir, hoy el agua ya supone una forma de presión y coacción.

No sólo ha sido la tensión entre India y Pakistán, sino que actualmente el llamado “oro azul” ha causado disputas entre Egipto, Sudán y Etiopía, por las aguas del río Nilo; así mismo, en Latinoamérica se han generado altercados entre Bolivia y Chile por un manantial natural llamado Silala, y en China la contaminación de los tres ríos que surten la zona sur ha provocado perjuicios en la salud y limitado fuertemente el riego de cultivos.

La falta de agua ya causa estragos alrededor del mundo, ya que de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, alrededor de 3 de cada 10 personas, aproximadamente un total de 2,100 millones, carecen de acceso a agua potable y disponible en el hogar, y 4,500 millones, carecen de un saneamiento seguro; de igual forma en números del World Resourses Institute más de 1,000 millones de personas viven, en la actualidad, en regiones con escasez de agua y hasta 3,500 millones podrían sufrir de este mal en 2025; pero para 2040 nuestra realidad sería sumamente complicada, ya que este mismo instituto prevé que al menos 14 de los 33 países de Oriente Medio se enfrenten a recortes de suministros de agua así como Estados Unidos, China e India.

No existirá futuro si no comenzamos a actuar con responsabilidad, algunos consideran que por el hecho de que aún hay lluvias la escasez de agua se verá disminuida, sin embargo, olvidamos que el consumo de agua no es local sino global y que el cambio climático ha hecho que las precipitaciones sean cada vez menores, tan sólo en nuestro país al cierre del mes de junio y de acuerdo al Monitor de Sequía en México la parte sur de Veracruz y la colindancia con Oaxaca presentan parámetros de sequía extrema los cuales han estado presentes durante más de seis meses.

La pérdida del vital líquido no sólo se debe a la explotación de ríos y mantos acuíferos sino al cambio ambiental lo que ha producido una reducción constante en las precipitaciones, la falta de lluvias y las altas temperaturas han afectado a un sin número de naciones, tan sólo en 2011 el norte de nuestro país vivió una de las peores sequías en 70 años; al igual que España en 2017 y la misma situación a la que este año se enfrenta Afganistán, el cual está bajo su enésima crisis humanitaria por la peor sequía sufrida en una generación.

¿Qué podemos hacer para comenzar a revertir la situación, o al menos aminorarla? Ser conscientes, comenzar por pequeñas acciones; no sólo se trata de no contaminar sino también de no desperdiciar, de dar el uso correcto a los recursos con los que aún contamos; de no ser consumistas, de pensar en el prójimo porque si no actuamos con sensatez y pensando en el futuro pronto nos encontraremos en una realidad postapocalíptica al estilo de Mad Max donde la vida, la supervivencia y la guerra giran en torno a este preciado recurso: el agua.