1.
Cuando en el mundo corre el fantasma de la recesión, que muchas agencias internacionales consideran inevitable para el próximo año, el presidente de los Estados Unidos decidió escalar la guerra comercial con la República Popular China, sin duda un adversario formidable, capaz de responder al tú por tú los embates del gigante norteamericano.
2.
La disputa comercial sino-estadounidense tiene un mar de fondo. Por décadas, sobre todo después de las reformas de mercado emprendidas por Deng Xiaoping hace casi 40 años, China se transformó en una potencia económica basando su éxito en el “capitalismo de Estado”, es decir, un férreo autoritarismo interno combinado con la transformación productiva y económica más grande en el mundo contemporáneo. China pasó de ser muy pronto una replicadora de productos de mala calidad y bajo precio, a una potencia industrial, tecnológica y financiera de primer orden, que fabrica casi cualquier cosa con calidad y precio indiscutible, con capacidad suficiente para inundar el mercado mundial como lo ha hecho con su iniciativa para recrear la “ruta de la seda” que hace quinientos años impulsara a Europa al Renacimiento (quién no recuerda los viajes de Marco Polo, la Gran Muralla y la irrupción de inventos chinos como el papel, el papel moneda, la pólvora y armas de fuego, hasta los espaguetis).
3.
Los Estados Unidos emergieron victoriosos y potentes de la Segunda Guerra Mundial, disfrutaron por casi 30 años el periodo dorado de la posguerra como potencia económica indiscutible; con el Plan Marshall reconstruyeron Europa y con diversas iniciativas para la prosperidad de las Américas subordinaron a los países latinoamericanos; ganaron la Guerra Fría e indujeron el colapso de la Unión Soviética, e impulsaron el desarrollo del sudeste asiático haciendo surgir a Japón y a los tigres de la región, como Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Malasia y Hong Kong. En el camino, perdieron la guerra de Vietnam, pero tuvieron éxito al replicar el modelo de mercado.
4.
China asimiló rápidamente las lecciones. Libró la Guerra Fría prácticamente incólume, habiendo contenido las principales incursiones militares estadounidenses en Corea y Vietnam. Pero el futuro requería de una economía potente, científica, tecnológica y financieramente sostenible. Algo que parecía imposible, pero no para una nación milenaria en la que el esfuerzo, la persistencia y la austeridad son una constante, hicieron el camino y han logrado acumular un superávit comercial con Estados Unidos de 350 mil millones de dólares anuales. Por años crecieron a doble dígito; este año, en plena desaceleración, esperan crecer sólo al 6.4 por ciento.
5.
Como es, la administración Trump busca arrancar concesiones a dentelladas. Intentó negociar un acuerdo comercial al estilo de los impuestos a México y Canadá, en el que la parte del león fuera para ellos. El presidente Trump aumentó la presión al no ser aceptadas las cláusulas tóxicas que permiten la intervención en asuntos internos, como eliminar subsidios, fijar cuestiones laborales, propiedad industrial e intelectual, manejo de la moneda y el sistema de cuotas para comprar mucho en Estados Unidos y poco en China, conforme al tramposo canon del “comercio justo”. ¿Cómo entender el argumento de que un país lleva muchos años aprovechándose de los Estados Unidos? Por lo pronto, Trump impuso aranceles del 25% a 200 mil millones de dólares de exportaciones chinas amenazando escalar si hubiera represalias. Los chinos, que se han preparado para un largo asedio según palabras del viceprimer ministro Liu He, respondieron con aranceles a 60 mil millones de dólares de productos estadounidenses. Demasiado para pensar que no golpeará a los demás cuando los mercados se tambaleen y la recesión sea inevitable.