Han pasado 186 días desde que el Congreso de Estados Unidos ratificó el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Desde ese momento, la migración dejó de ser una promesa de campaña para convertirse en el eje rector de su gobierno.
El control fronterizo se ha convertido en prioridad absoluta, con una política que triplica la capacidad de detención y convierte a ICE en la agencia mejor financiada del gobierno federal.
El pasado 4 de julio, mientras Estados Unidos celebraba 249 años de independencia, su frontera contaba otra historia. El legado de Thomas Jefferson —quien proclamó derechos inalienables para todos— se diluye hoy entre muros reforzados, centros de detención masivos, vetos migratorios y cuotas diarias de arrestos.
Hoy, el país que nació bajo la promesa de libertad y esperanza, parece obsesionado con definir quién merece entrar y quién será excluido. La tierra de la libertad se ha transformado en la aduana más estricta del planeta, donde migrar no es derecho… es delito en trámite.
Con todo ello, llegó el llamado One Big Beautiful Bill, impulsado por Donald Trump, que representa el mayor gasto en control migratorio en la historia de Estados Unidos: 46,500 millones de dólares para ampliar el muro fronterizo, 45,000 millones para nuevas cárceles migratorias y 30,000 millones extra para reforzar a ICE. (La suma supera lo destinado por Obama, Biden y el primer mandato de Trump juntos y triplica la capacidad actual de detención).
La ley autoriza también la contratación de 10,000 nuevos agentes, establece una meta de 3,000 arrestos diarios, y premia a cada oficial con un bono anual de 10,000 dólares. Según cifras oficiales hasta 56,000 personas están confinadas diariamente en centros de detención, la incógnita es ¿Dónde están los inmigrantes arrestados por ICE?
La política migratoria cierra la pinza y se completa con la prohibición total o parcial de ingreso a ciudadanos de 19 países, entre ellos Afganistán, Cuba y Venezuela, decretada el pasado 6 de junio. La señal es clara: quien encaje en el relato del “peligro externo” simplemente no entra.
Al mismo tiempo, la administración americana presume como logro el descenso de cruces irregulares a 8,725 encuentros en mayo de 2025, lo que significa una caída del 93 % respecto al año anterior.
Pero más allá del dato, esto representa para millones una tragedia silenciosa. En el contexto global actual, 123.2 millones de personas están desplazadas forzosamente, casi el doble que hace una década, esta cifra es equivalente por ejemplo a la población de la decimosegunda economía mundial, lo que podría ser el mayor éxodo humano desde la Segunda Guerra Mundial.
Dentro del país norteamericano viven 11 millones de personas sin autorización legal;de las cuales 8.3 millones trabajan activamente. En 2023, sus hogares pagaron 89,800 millones de dólares en impuestos. Deportarlos en masa no solo es inhumano: significaría una pérdida de hasta 6.8 % del PIB.
La paradoja es brutal: en nombre de la seguridad, se estrangula la fuerza de trabajo que sostiene la agricultura, la construcción y los servicios. En nombre de la libertad, se criminaliza a quienes buscan exactamente el mismo sueño que forjó la nación.
Mientras Trump invoca a los Founding Fathers, su política erosiona el principio más profundo que animó la revolución de 1776: la igualdad de derechos.
Lo que está en juego no es solo el destino de millones de personas. Es el sentido mismo de una república que, 249 años después, corre el riesgo de olvidar que su grandeza surgió de las libertades… y del derecho a llegar para quedarse.
KAREN TORRES AGUILAR
PERIODISTA & MKT SPECIALIST
@KarentorresMx