Rosario Robles. La obsesión por el poder

18 de Abril de 2024

Rosario Robles. La obsesión por el poder

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En el gobierno de la CDMX y en el PRD, Rosario Robles operó política y económicamente para ganar elecciones, dejando a su paso deudas millonarias

“Te invito a tomar una botella de vino tinto en los primeros seis meses de 2007, aquí mismo, en Berlín, tú y yo solos”, le propuso Rosario Robles al empresario Carlos Ahumada. Era julio de 2001 y la pareja paseaba a bordo de un Mercedes Benz color negro en los alrededores del muro que dividió a la ciudad alemana en los años de la Guerra Fría. Rosario tenía motivos para querer celebrar. El año previo había concluido una exitosa gestión en el Distrito Federal, primero como secretaria de Gobierno y después, como jefa de Gobierno, cuando le tocó cerrar la gestión de Cuauhtémoc Cárdenas. Su campaña en favor de la austeridad —por esos años declaró que sólo poseía una casa en Coyoacán, un auto y una exigua cuenta bancaria—, sus iniciativas para legalizar el aborto eugenésico, las reformas electorales que impulsó, así como su lema de “tengo las faldas bien puestas” le dieron gran popularidad y la catapultaron como referencia dentro de la izquierda mexicana. Además, había resultado ser una extraordinaria operadora electoral. La creación y organización de las Brigadas del Sol, fueron claves para el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en el año 2000, victoria que se comenzó a gestar desde que lanzó, como jefa de Gobierno, la campaña “para una gran ciudad, grandes acciones”. Rosario Robles se sentía en el mejor momento de su carrera política. Por eso, aquella noche en la capital alemana, se aventuró a lanzar una profecía ante Carlos Ahumada. El vino tinto sería “para celebrar mi nueva encomienda como presidenta de la República”. Faltaban cinco años, pero ella tenía la mira puesta en los comicios de 2006. El relato de la cita en Berlín es del propio Ahumada, y está escrito en el libro Derecho de réplica, donde el empresario cuenta su verdad sobre su relación con Robles, sus negocios con el Gobierno de la Ciudad de México, los videoescándalos de 2004, la mano de Carlos Salinas de Gortari, su exilio en Cuba y su estancia en prisión.

Debo decir que de todas las personas que conocí en esos años, Rosario era quien apuntaba más alto. Estaba obsesionada con ser presidenta de la República, ¡¡¡ob-se-sio-na-da!!! Definitivamente”, escribe Ahumada, quien cuenta con lujo de detalles la ocasión en que ambos visitaron la casa de Salinas de Gortari, en 2003, y luego de una larga charla acompañada con vinos franceses, el expresidente sacó de sus vitrinas una de las bandas presidenciales y se la colocó a Robles diciendo: “Te luce muy bien”.

Negocios y poder Era 1999 y pocos meses antes de tomar posesión como jefa de Gobierno, acudió Rosario a una fiesta en la que coincidió con Luis Kelly Ramírez. En esa reunión descubrieron que compartían un lejano parentesco entre el entonces esposo de Robles, Julio Moguel, y la madrastra del publicista dueño de la empresa Publicorp. Poco después echarían a andar la maquinaria que después se conocería como “el Cochinito”. En enero del 2000, ya se habían firmado los contratos con la empresa publicitaria, que al final de sus andanzas representarían alrededor de 200 millones de pesos. La millonaria sobrefacturación de los contratos publicitarios que, como jefa de Gobierno suscribió con Publicorp, tenían el objetivo crear un fondo oscuro para financiar las campañas perredistas del año 2000 y, en particular, su carrera política rumbo a la primera magistratura de México. Los contratos fueron autorizados de manera directa y sin que mediara licitación alguna, ni una comparación previa de los precios del mercado. Incluso, durante las campañas de ese año, Rosario les solicitó a los gobernadores perredistas de Chiapas, Pablo Salazar, y de Baja California Sur, Leonel Cota Montaño, la contratación de Publicorp, para que les desarrollara sus campañas promocionales. Cuauhtémoc Cárdenas, ya en su campaña a la presidencia, se enteró de estas operaciones y no quiso que se contratara la empresa de Kelly, sino Epigmenio Ibarra. Lo mismo sucedió al interior del PRD, cuando su entonces dirigente nacional Amalia García, rechazó continuar con los contratos de Publicorp. En respuestas, meses después, Robles organizó un grupo de choque contra Amalia, durante el Congreso Nacional del PRD que se celebró en Zacatecas en marzo de 2001, con lo que apresuró la elección interna que la llevaría a la dirigencia nacional del partido. “DE TODAS LAS PERSONAS QUE CONOCÍ
 EN ESOS AÑOS, ROSARIO ERA QUIEN APUNTABA MÁS ALTO. ESTABA OBSESIONADA CON SER PRESIDENTA DE LA REPÚBLICA,
¡¡¡OB-SE-SIO-NA-DA!!!”, RELATA AHUMADA.

Las deudas

Ramón Sosamontes fue el hombre clave para que Rosario Robles y el empresario argentino Carlos Ahumada se conocieran en un restaurante de la Ciudad de México, cuando el primero fungía como delegado en Iztapalapa por el PRD. Su amigo le sugirió la idea de buscar a Ahumada para que la apoyara con el financiamiento a su campaña por la presidencia del partido y Robles aceptó. “Ramón presenta a Rosario con Ahumada y ahí se alimenta la idea de que Rosario está haciendo una importante carrera política que requiere muchos recursos; ahí fue cuando se mezcló la parte política y personal entre ambos”, relató una fuente cercana a la cúpula del PRD. Ya como dirigente del PRD, Rosario le pidió al empresario que financiara varias campañas en entidades donde había potenciales ganadores a las gubernaturas y diputaciones, como lo eran Colima, Guerrero, Oaxaca y Tlaxcala. A cambio, el empresario fue distinguido con obras públicas para las delegaciones del Distrito Federal, a través de grupo Quart, como pavimentación de calles, remozamiento de banquetas, y hasta la construcción y remodelación de edificio en las delegaciones. Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador al gobierno del Distrito Federal, Ahumada intentó seguir sus negocios con la administración entrante, pero le fue imposible. Pero como Robles era aún presidenta del PRD, continuaron haciendo una dupla económica. Por ejemplo, en 2002 Rosario compró, a nombre del partido, un edificio de 14 pisos en mal estado, ubicado en la glorieta de Insurgentes, cuyo costo fue de 50 millones de pesos auspiciados por Ahumada. Fue un mal negocio. Para el 9 de agosto de 2003, cuando Rosario dejó su cargo, el partido enfrentaba una crisis económica sin precedentes. Meses más tarde, en marzo de 2004, renunció al partido de izquierda, en el que había militado desde su vida universitaria, la razón: los video escándalos que involucraban a Ahumada y Rosario con la entrega de dinero a René Bejarano y Carlos Imaz. Para mantenerse activa en política, en 2006 Rosario Robles ideó, con su amiga María de las Heras -esposa del connotado priista Cesar Augusto Santiago-, una organización conocida como Sostén, en alusión a la prenda femenina, que buscaba el empoderamiento de las mujeres políticas y empresarias, principalmente; así como asesorar a gobiernos locales en políticas públicas con perspectiva de género. Fue entonces que más la acercó al entonces gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto.

Uno de sus socios fue el empresario Carlos Ahumada, quien asegura que la perredista estaba obsesionada con la Presidencia de la República

Enorme boquete

El 15 de agosto de 2014, Carlos Ahumada demandó al PRD, a través de tribunales argentinos, por el pago de 200 millones de pesos que, argumentaba, le había prestado en la administración de Robles Berlanga. Aunque la cúpula perredista aseguró que la cantidad reclamada nunca ingresó a las arcas del partido; el entonces secretario de finanzas, Xavier Garza, puso al descubierto una operación muy extraña realizada por Rosario. Cinco días antes de que dejara su cargo perredista, Robles firmó un pagaré a favor de Ahumada, con fecha del 1 de agosto de 2003, para pagarse en el 2011 en Argentina. En su defensa, la expresidenta del PRD aseguraba que dejó documentos firmados en blanco, que pudieron utilizarse para falsificar pagarés y que había presentado una denuncia ante las autoridades. El caso continúa.

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