En Sevilla, España, se celebrará a partir de hoy y hasta el 3 de julio la IV Conferencia sobre Financiación al Desarrollo (FFD4, por sus siglas en inglés), organizada por la ONU. Las conferencias anteriores se llevaron a cabo, la primera en Monterrey, México, en 2002; en Doha, Catar, en 2008; y en Adís Abeba, Etiopía, en 2015.
El objetivo de estas conferencias es, entre otras cosas, que con la participación de líderes gubernamentales, organizaciones internacionales y regionales, instituciones financieras y comerciales, empresas y sociedad civil, se fortalezca la cooperación internacional de manera más sólida, especialmente en apoyo a los países menos favorecidos.
Según ha informado el Ministerio de Relaciones Exteriores de España, se espera que asistan 70 jefes de Estado y decenas de organizaciones. No obstante, el felón que gobierna el país vecino del norte ha comunicado, a través de sus representantes, que no asistirá, por desacuerdos en varios temas, entre ellos la cuestión de género y la gestión de la deuda.
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El secretario general de la ONU, Sr. António Guterres, ha declarado que este es un momento crucial, ya que a diez años de la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible las metas aún están lejos de alcanzarse. Cada año faltan más de 4 billones de dólares para que los países en desarrollo puedan cumplir con esos compromisos de aquí a 2030.
Guterres ha criticado el incremento del gasto militar, señalando que afecta a millones de seres humanos debido a la falta de recursos para alimentación, vacunación, educación y servicios básicos. También se ha referido al tema de la deuda, donde muchos gobiernos gastan más en su pago que en servicios esenciales, y ha subrayado la necesidad de un sistema tributario más justo. No se trata de caridad, ha escrito, sino de justicia para prosperar juntos.
Se ha redactado un documento que intenta recoger las preocupaciones más sensibles de la comunidad internacional, negociado en la ONU durante varios meses con la activa participación de México, Noruega, Zambia y Nepal, al cual se ha denominado “Compromiso de Sevilla”. Se espera que sea firmado al concluir la reunión, el próximo 3 de julio.
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El documento, de 30 páginas, abarca numerosos temas y, como es de esperarse, ha generado reacciones a favor y en contra por parte de varias organizaciones de la sociedad civil. Uno de los puntos más polémicos es la propuesta de canje de deuda aprobada por el denominado G77 (grupo de gobiernos del Sur Global), ya que solo aplicaría a una pequeña parte de las deudas contraídas, dejando fuera la propuesta de cancelación de las deudas impagables, que es una de las demandas más sentidas en muchos países.
Este tema ha resurgido, entre otras razones, porque según el FMI 35 de los 68 países de bajos ingresos están en situación de sobreendeudamiento o en riesgo de incurrir en él. Según el académico Kevin Watkins, en un artículo publicado en El País, los Estados africanos prevén destinar este año cerca de 76,000 millones de euros al servicio de la deuda, en un continente donde una de cada cinco personas pasa hambre y 237 millones de niños viven en pobreza extrema. Watkins cita la famosa pregunta que el presidente de Tanzania, Julius Nyerere, hizo hace 40 años a los acreedores que lo acosaban: “¿De verdad debemos dejar que nuestro pueblo pase hambre para poder pagar nuestras deudas?”.
Creo que, independientemente de que hoy es imposible alcanzar la unanimidad sobre un documento tan extenso, y que sin duda no resuelve todos los problemas de los habitantes del planeta, el Compromiso de Sevilla al menos pone en evidencia los principales problemas y límites de este sistema económico y abre la posibilidad de seguir presionando a los gobiernos e instituciones internacionales poderosas para reconocer que aún falta mucho por hacer para lograr un mundo más justo y equitativo.
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