El INE de Guadalupe Taddei: a contracorriente, con firmeza y resultados

22 de Julio de 2025

Rodrigo Jiménez Sólomon

El INE de Guadalupe Taddei: a contracorriente, con firmeza y resultados

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Hay quienes construyen sus narrativas desde el prejuicio, la nostalgia o el rencor. Hay quienes insisten en dibujar una caricatura de Guadalupe Taddei Zavala que nada tiene que ver con la realidad. Y hay quienes, pese a todo, se niegan a aceptar que el Instituto Nacional Electoral (INE) no solo no se ha debilitado bajo su presidencia, sino que ha sorteado exitosamente dos de los procesos más complejos de su historia reciente: la elección presidencial de 2024 y, ahora, la inédita elección judicial de 2025.

Desde su llegada al cargo en abril de 2023, Taddei ha enfrentado una carrera de obstáculos que no cesa. A diferencia de quienes la precedieron, no heredó una institución en calma ni con margen político amplio. Recibió un INE fracturado, con presupuestos recortados, bajo presión mediática y con un Consejo General dividido en bloques irreconciliables. Aun así, y a pesar de los malos augurios, su capacidad técnica, su experiencia en la organización electoral y su estilo firme pero institucional, le han permitido sostener el timón del árbitro electoral sin ceder a chantajes ni a simulaciones.

Los ataques han sido muchos, pero suelen partir de los mismos argumentos reciclados: que si no tiene el carácter, que si llegó por imposición, que si es parte de una supuesta red de intereses familiares. Pero basta revisar su trayectoria para desmontar esos señalamientos. Taddei no es improvisada. Tiene más de 30 años en el servicio público, la mayoría vinculada directamente a tareas electorales. Pasó por el IFE, fue directora de cómputo, del padrón electoral, consejera presidenta del órgano electoral de Sonora y directora de un instituto estatal de transparencia. Ha sido técnica, operadora y autoridad. Su llegada al INE no fue un favor político, fue el resultado de una carrera profesional sólida, avalada por un proceso legislativo constitucional.

Quizá lo que más ha incomodado a ciertos actores del viejo régimen electoral es que Taddei no ha seguido el guion que muchos esperaban. No ha sido la presidenta testimonial, ni la que rompe la institución desde dentro. Ha sido la que, con bajo perfil mediático, y mucho trabajo, ha reconstruido el funcionamiento del Consejo General, ha dado voz a nuevas posturas, ha contenido los excesos del bloque opositor y ha cumplido –con rigor técnico y responsabilidad institucional– cada una de las tareas que marca la Constitución.

Los momentos críticos no han faltado. El proceso electoral de 2024 se organizó en medio de recortes, desinformación y campañas de desprestigio. Ocurrió sin fallas estructurales, con alta participación y sin que ningún partido impugnara el resultado general. La elección judicial de 2025 ha representado un reto monumental: seis elecciones nacionales simultáneas, con 881 cargos por elegir, millones de votos que procesar. Con todo eso, se cumplió en tiempo, con legalidad y transparencia.

Ese resultado no es casual. Se logró en apenas diez meses, desde que fue aprobada la reforma constitucional en septiembre de 2024 y la legislación electoral secundaria en octubre de ese mismo año. En menos de un año, el INE organizó desde cero un proceso inédito, que no solo amplió las vías de participación ciudadana, sino que sentó las bases para una reforma electoral futura. Una vez más, estuvo a la altura del desafío.

Los intentos de sabotaje desde dentro del propio Consejo General han sido notorios. Algunas consejeras y consejeros han convertido sus votos particulares en discursos políticos. Han querido hacer del INE una tribuna partidista. Han pretendido sembrar dudas sobre procesos que ellos mismos supervisaron, solo porque el resultado no fue el que esperaban. La votación dividida del Consejo para validar la elección judicial fue prueba de esa tensión interna. Pero también probó que, a pesar de las diferencias, la institucionalidad se mantiene.

Y si se mantiene, es en gran parte gracias al liderazgo sereno de Guadalupe Taddei. Porque ella ha entendido que su función no es agradar a los opinadores de siempre, ni ceder a la presión de los nostálgicos del antiguo INE. Su responsabilidad es defender a la institución de quienes la quieren capturar desde dentro, y de quienes la atacan desde fuera con argumentos infundados. Lo ha hecho sin confrontaciones estériles, con una visión clara: fortalecer al INE como garante de elecciones libres, confiables y periódicas.

Hoy, más que nunca, se hace evidente que el INE es una institución del Estado mexicano que ha evolucionado durante 31 años de autonomía. Y como ha ocurrido después de cada proceso electoral, es momento de identificar áreas de oportunidad para perfeccionar el modelo. La experiencia de este proceso judicial, organizada en tiempo récord, le da al INE la autoridad técnica y moral para aportar a la reforma electoral que se avecina. Una reforma que debe construirse con base en la experiencia, no en el agravio; en la evidencia, no en la ocurrencia.

Sí, ha habido errores. Sí, el escrutinio debe mantenerse. Pero no se puede permitir que las críticas se conviertan en injurias, ni que las mentiras se repitan tanto que parezcan verdades. La presidenta del INE ha cumplido. Ha enfrentado un entorno adverso con profesionalismo, resiliencia y compromiso. Ha puesto por delante la legalidad y ha resistido los embates de quienes quisieran verla fallar.

Muchos de los detractores, internos y externos, han sido derrotados en sus intentonas golpistas, una y otra vez, en la herradura de la democracia, no a partir de especulaciones, mentiras y diatribas. Sino con hechos, resultados y trabajo intenso que ha demostrado el compromiso con la verdad de quien comanda al INE, pero también de miles de personas que, día a día, dan lo mejor de sí para llevar a buen puerto cada desafío, cada elección y cada nuevo reto que la evolución de nuestra vida democrática le pone enfrente al Instituto.
Es momento de decirlo con claridad: Guadalupe Taddei no ha debilitado al INE. Lo ha fortalecido. Lo ha hecho más plural, más abierto y apegado a su función constitucional. Ha demostrado que no hace falta gritar para defender a la democracia, que el profesionalismo también se ejerce en silencio, con resultados. Y lo ha hecho, además, sin deberse a ningún partido ni grupo político, sino al mandato constitucional que la respalda.

A quienes la subestiman, los hechos ya les respondieron. A quienes intentan deslegitimarla, los números y la ley les han cerrado la puerta. Y a quienes insisten en atacarla, solo les queda reconocer que, incluso contra su voluntad, el INE sigue de pie. Está incólume, con 31 años de evolución institucional, y enfrentará con el rigor profesional que le caracteriza su participación en la futura reforma electoral. Y Guadalupe Taddei, con todo y sus detractores, también.