Van Gogh y su museo

20 de Abril de 2024

Luis Alfredo Pérez

Van Gogh y su museo

Van Gogh Museum

Visto desde fuera, el Museo Van Gogh en Ámsterdam parece una broma: ¿un edificio con aires gubernamentales, para albergar la obra de un pintor que se distinguió por lo vibrante de sus colores, por pintar cuadros donde el viento sopla, por mostrar que durante la noche el cielo está lleno de vida y estrellas que se mueven?

La aparente disonancia explicaría que el museo esté a punto de estrenar un edificio nuevo, lleno de cristal y luz, que complementará el actual; pero resulta que este edificio albergará exposiciones temporales, y que la colección de Van Gogh permanecerá en el antiguo.

¿Por qué? Una razón es que la obra de Van Gogh no necesita fuegos artificiales alrededor; la otra es que al recorrer el edificio actual se comprende que es ideal, porque organiza la obra de de Van Gogh de manera que se advierta su desarrollo como artista.

A Vincent Van Gogh le llevó tiempo decidir que quería serlo; pero una vez tomó la decisión, se dio a la tarea con el ardor que definía su carácter. Cuando su aventura comenzó vivía en el campo holandés, que en verano puede ser muy hermoso, y que en invierno quizá a alguien le parezca muy romántico, pero que no se distingue ni por sus colores ni por su vivacidad. Pero Van Gogh admiraba la vida sencilla de los campesinos y la idealizaba en sus primeros cuadros ––oscuros y naturistas–– que el visitante puede ver en la primera planta del museo, y en cuya sala principal está la obra que Van Gogh consideraba sería su tarjeta de presentación en el mundo del arte: “Los Comedores de Patatas”.

Ahora sabemos que este cuadro es importante, pero visto en retrospectiva: si Van Gogh hubiera tenido éxito con él y seguido por esa senda, ahora mismo sería, en el mejor de un casos, un pintor igual que los colores de ese cuadro –– bastante oscuro. Sin embargo fue, para nuestra suerte, acribillado con críticas del tipo “No puedes haber hecho esto en serio”.

Respuesta que le sentó como un sartenazo en la cabeza.

Van Gogh comprendió que le quedaba mucho por aprender, y no sólo comenzó a tomar clases en Amberes, sino que después se mudó a París; a la transformación que sufrió su obra está dedicada la segunda planta. Fue llegar Van Gogh, encontrarse con los sofisticados impresionistas, y darse cuenta de que él mismo era tan campesino como los personajes a los que hasta entonces pintaba.

A continuación se advierte cómo comenzó a absorber todo lo que había a su alrededor; sus cuadros se llenan de las técnicas impresionistas, de las calles de París y del color de Francia. La transformación es maravillosa. Pero justo a la mitad de esta sala, en vez de pretender ser un hombre de mundo y asimilarse en París, Van Gogh huye hacia la Provenza francesa, abrumado por la gran ciudad. Y aquí aparecen las primeras obras maestras: girasoles, paisajes en los que los árboles se mueven, su cuarto en Arles, la silla en la que se sentaba Gauguin –– que en realidad es un retrato de su amigo.

Entonces llega el momento de subir al tercer piso, que es cuando su salud comienza a decaer. El visitante se da cuenta, sorprendido, que Van Gogh sigue pintando los mismos motivos que al principio ––campesinos, flores y paisajes––, sólo que para entonces ha encontrado su lenguaje.

La tercera planta del Van Gogh es uno de los lugares más hermosos que podemos encontrar en un museo.

Lo que ve aquí es a un hombre en la cúspide de sus poderes creativos y en la madurez de una técnica extraordinaria. Agobiado por la depresión, cuando puede pintar se siente feliz, y lo hace con poder y con libertad. Reinterpreta los cuadros de otros, celebra el nacimiento de su sobrino pintando almendros en flor, y cuando mira a través de la ventana con barrotes donde está recluido ve a un hombre segando, y lo que pinta es un radiante sol verde y luminoso que refleja que la muerte es menos dolorosa tras una vida llena de frutos. “Estas pinturas”, le escribió a su hermano, “te dirán todo lo que no puedo decir con palabras.”

Marea pensar que Van Gogh hizo todo esto en diez años. Visitar su museo en Ámsterdam es atisbar el misterio que significa ser artista. www.librosllamanlibros.com Twitter: @luisalfredops