Al cliente, lo que pida

8 de Julio de 2025

Vicente Amador

Al cliente, lo que pida

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“Como era de esperarse muchos han decidido manipular la información y fabricar historias falsas para distraernos del verdadero tema. Pronto contaré mi versión” Kate del Castillo, 13|01|2016 La noticia sobre la captura de Joaquín Guzmán Loera pronto dejó de brillar. La cartelera se la llevó la entrevista hecha por Sean Penn y, principalmente, una derivación aún más sexy y exótica sobre la detención del Chapo: la relación del narcotraficante con la actriz Kate del Castillo. ¿Le sorprende? No podía ser de otra manera, porque la prioridad es el espectáculo.

En este contexto, tampoco debería asombrarnos la ligereza y poco provecho con el que se entrevistó al capo sinaloense. Lo importante, da la impresión, no son las ideas, el contenido, las preguntas agudas e incisivas que detonen respuestas apegadas a la realidad. Por el contrario, lo central resulta la construcción gráfica de la novela, salir en la foto, ¡que se vean guapos a cuadro! Seguramente por esta forma de razonar, las revistas que contienen “chismes” de los artistas son las de mayor tiraje en el país.

Tampoco nos escandalicemos. Han sido nuestras demandas, o más bien, nuestra falta de conciencia crítica, de consumo superficial y de información mediática light los factores que han enseñado a los empresarios de la noticia a ofrecer estos contenidos. ¡Y al cliente, lo que pida!

Basta echarle un ojo a las principales noticias de la semana para confirmar la primacía de lo llamativo sobre lo medular: el Super tazón, narraciones sobre asesinatos, premios al film La gran apuesta, tragedias de cualquier tipo, el valor del dólar por las nubes y por supuesto, Kate del Castillo y un gobierno que quiere destrozarla. “¡Que pasen los desgraciados!” parece escucharse después de cada titular.

Ya sé que sobran los ejemplos. Solo permítame darle uno reciente: días atrás también nos topamos con un video —¡éxito en las redes sociales!— donde Cuauhtémoc Blanco parecía haber olvidado que el Benemérito de las Américas no era uno de los miembros de la directiva escolar en la institución que se encontraba visitando. Don Benito Juárez tampoco estaba presente como un agitador del sindicato magisterial al que había que mencionar para apaciguar los egos. ¿Recuerda el caso? ¿De qué nos quejamos? ¿Acaso llegó “el Cuauh” a la alcaldía de Cuernavaca por sus conocimientos de historia? ¿Por su experiencia en la gestión pública? ¿Por la experiencia política? Si no recuerdo mal, la fama viene del “espectáculo” del balompié, del lenguaje florido del deportista, de sus romances con esculturales modelos. ¿Dónde está Don Justo Verdad, el personaje interpretado por Héctor Suárez, para defenderlo de las calumnias de los académicos? Pan y circo… pero mucho circo.

El contexto de frivolidad cultural generalizado ha sido expuesto con gran claridad por Mario Vargas Llosa: «¿Qué quiere decir civilización del espectáculo? La de un mundo donde el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, y donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal» (La civilización del espectáculo).

Lejos está el nobel peruano del puritanismo. No critica el deseo de esparcimiento. Mucho menos el interés por hacer atractivas las noticias. Lo cual es tan viejo y conveniente como el mismo periodismo. Pero sí objeta que “pasarla bien” sea lo más importante, el valor supremo, el principio de decisión para determinar si algo vale. La idea, en mi opinión, no es nueva. Pero sí radiografía extraordinariamente una de las mayores pasiones y retos de nuestros tiempo, la proliferación de la cultura chatarra.

Por lo anterior, poco sorprende advertir que muchos noticieros han dejado de cumplir su central objetivo de informar, mutándolo por entretener, por acentuar —más que el relato de la realidad— la dimensión espectacular de los hechos. Un tipo de “periodismo circense”, como lo llama Guadalupe Rumbo, centrado en el escándalo, la exageración y, sobra decirlo, en el protagonismo de quienes leen las noticias. Seguramente Platón, como tantos otros filósofos, se dolería de atestiguar el triunfo de los sofistas; la persuasión al servicio de quien habla, no de la verdad.

En la misma línea se inscribe el éxito de la imagen, por encima de medios que exijan mayor esfuerzo intelectual como la lectura o el diálogo. Basta ver el compendio de videos y fotografías que han invadido las redes. O, por supuesto, la prioridad otorgada (otra vez, ¡hasta en los noticieros!) a presentadores que cumplan con estrictos patrones físicos que resulten atractivos al público. Observemos con ojo crítico la programación de los principales canales de televisión abierta en México, las revistas de mayor circulación o algunos suplementos sociales de los periódicos para constatar con desagrado que el paradigma de belleza poco identifica a la mayoría de nuestros connacionales.

Con todo y las poderosas fuerzas que mueven estos modelos ideológicos superficiales, nocivos y económicamente redituables, confío en que la adecuada formación intelectual —principalmente configurada dentro de la familia— puede cambiar el escenario. «Afortunadamente, queda mucha historia por hacer. Y la historia es siempre, en definitiva, un hallazgo de la libertad», dice Alejandro Llano.

A mi amigo Marcos, por sus consejos periodísticos.