Amor al hueso

8 de Julio de 2025

Vicente Amador

Amor al hueso

vicente amador

“A mi izquierda y a mi derecha está el abismo” Adolfo López Mateos Tan importante es saber llegar, como saberse ir. En esta ocasión me refiero a los cientos de servidores públicos que buscan con tenacidad eternizarse en sus cargos. Hablo de aquellos funcionarios quienes no cuentan con las capacidades necesarias para desempeñar sus funciones y cuyo único interés radica en “seguir chupando del bote”.

Especialmente en este año en el que se “renovó” la Cámara de Diputados, y en el 2016 cuando habrá elecciones en 12 estados de nuestro país, el brincadero de funcionarios recrea un espectáculo dantesco. Un fenómeno acertadamente comparado con el salto de los chapulines.

El problema no es que un político ocupe un nuevo cargo público. El tema sobre el que pongo la lupa es que muchos de ellos no cuentan con el perfil. Llegaron porque la ignorancia, la suerte, el dinero o el compadre los ayudó. Lo que consiguen con su vicioso afán por mantenerse en el puesto son ineficacias y una mala imagen del servicio público. De igual manera, imposibilitan que otras opciones, tal vez con mayor capacidad e innovación, refresquen sus torpes y acomodaticios encostramientos.

Aunque injustificable, entiendo la dificultad de muchos para dejar los cargos. Debe ser difícil abandonar los “beneficios” de la posición: sueldo, prestaciones, secretarias (varias, aunque no lo crea), secretarios particulares, choferes, viajes, oficinas y mucho otros elementos de staff que les ayudan a resolver cuestiones laborales y, con frecuencia, también tareas del ámbito personal. Seguramente ellos se preguntarán, «¿y si me voy, quién me va a hacer el café, pagar la luz de mi domicilio, tramitar la licencia, llevar a mis hijos a la escuela y un muy largo etcétera?»

Por si fuera poco, resulta sorprendente escuchar las justificaciones de estos paladines para continuar en sus labores: «la patria me necesita», «qué van a hacer sin mí», «solo yo puedo hacerme cargo», «y ahora, ¿quién podrá ayudarlos?». Casualmente, esta última frase nos recuerda al famoso “Chapulín” Colorado. ¡Qué coincidencias!

¿A quién tratan de engañar? La experiencia nos ha enseñado que nadie es imprescindible. Tampoco es necesario estudiar a Freud para advertir el flagrante egoísmo de la situación.

Uno de los primeros errores de estos aprovechados es suponer el cargo público como de uso patrimonial, es decir, entenderlo como propiedad personal. Esta concepción, además de equivocada, es corrupción. Así lo señala Macario Schettino, y agrega: «acabar con la corrupción solo puede hacerse mediante el imperio absoluto de la ley» (El Financiero). Ya nos adelantó la conclusión: reglas claras para el manejo de los recursos; también los humanos.

Recursos humanos para el sector público

“Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”, sentencia la frase atribuida al veracruzano César Garizurieta. A fuerza de repetirse y de fotografiar la manera de proceder de muchos burócratas mexicanos, la expresión se popularizó, se volvió parte del lirismo político y mantiene llamativa vigencia en momentos de cambio de las organizaciones públicas, cuando tantos funcionarios persiguen —sin descanso ni visión institucional— mantenerse colgados del erario.

Primordialmente al utilizar recursos del contribuyente, es necesario obtener el mayor provecho posible para la sociedad. Siendo así, posicionar personas que cumplan con el perfil adecuado es determinante. Mayor es la exigencia al tratarse de puestos clave de la administración de nuestro país.

En el sector público y principalmente en los cargos más altos, brilla por su ausencia el planteamiento de las características y necesidades del puesto; condiciones personales e institucionales; conocimientos y destrezas requeridos para desempeñar las funciones. Escolaridad mínima, experiencia, capacitación, facultades físicas, nada de eso se toma en cuenta. Hay quien hasta pretende reclutar líderes con tómbolas. Los profesionales de los recursos humanos estarán rasgándose las vestiduras.

En honor a la verdad, el “servicio profesional de carrera” sí ha avanzado en temas de selección. Con todo, el camino aún tiene mucho por recorrer. Los procesos de contratación, en general, siguen siendo largos y burocráticos. Una vez en la plaza, peor si es protegido del sindicato, el colaborador es casi inamovible. Además, las posiciones clave lejos están de concursarse. En cambio, para alcanzar un puesto en la base de la organización se necesita cumplir con mil trámites y tener un doctorado… en Alemania.

Estas líneas me recordaron el cuento —me late que sí sucedió— del señor que solicitó a su compadre político colocar al joven ahijado, a manera de castigo, en un puesto donde realmente tuviera que trabajar y esforzarse. «Eso va estar difícil, compadre», se disculpa el político: «Esos puestos sí son muy difíciles de conseguir. Pero de director pa´rriba, como quiera lo acomodo».

Cuentan de César Garizurieta, a quien antes referí, que alguna vez consiguió la candidatura a un puesto político pero los votantes no lo querían. El político de Veracruz, agudo como mucho bribones, negoció con los ciudadanos: «si votan por mí, les prometo que no me vuelven a ver». El electorado aceptó y él cumplió su promesa. Por lo menos, el vaquetón razonamiento de César comprendía que “mucho ayuda el que no estorba”. «Otros, ni eso», me dijo don Guillermo Rías.

A los verdaderos servidores públicos, con respeto.