Así cantaba Alessandro Moreschi, el último castrato de la historia
Foto especial: Idreogram
Con una voz que dejaba sin aliento, Moreschi se convirtió en el primer soprano del Coro Sixtino a los 25 años. Su capacidad para alcanzar notas altísimas en piezas clásicas como "Miserere" de Gregorio Allegri lo hizo destacar en un mundo musical dominado por hombres
Imagina nacer en una época donde la música era más que un arte, era una experiencia divina. Alessandro Moreschi, conocido como “el ángel de Roma”, tuvo la suerte, o quizás la carga, de ser uno de los últimos castrato del mundo. Este hombre, nacido en 1858 en Monte Compatri, Italia, fue testigo del ocaso de una práctica musical única y controversial.
¿Qué es un castrato? Imagina a un niño con una voz angelical que, a través de una operación brutal, conserva esa voz aguda para toda la vida. Esta práctica, común en el siglo XVIII en Italia, tenía como objetivo mantener la pureza vocal de los jóvenes para la música. Moreschi fue uno de los últimos en someterse a esta operación antes de que fuera prohibida en 1861.
Con una voz que dejaba sin aliento, Moreschi se convirtió en el primer soprano del Coro Sixtino a los 25 años. Su capacidad para alcanzar notas altísimas en piezas clásicas como “Miserere” de Gregorio Allegri lo hizo destacar en un mundo musical dominado por hombres. Pero su legado va más allá de las notas, su presencia en conciertos, enfundado en una larga bufanda blanca, lo convirtió en una verdadera estrella.
Aunque su carrera como castrato llegó a su fin con la prohibición de la castración, Moreschi dejó un legado musical que perdura hasta nuestros días. ¿Cómo es posible? Gracias a las grabaciones históricas realizadas en el Vaticano en 1902 y 1904, podemos escuchar su voz única incluso en la actualidad. Canciones como “Petite Messe Solennelle” de Rossini y el “Ave María” de Bach y Gounod nos transportan a una época perdida.
La historia de Moreschi llegó a su fin en 1913, cuando se retiró de la música a la edad de 55 años. Se dice que murió en soledad, el 21 de abril de 1922, probablemente sabiendo que era el último de una estirpe. Aunque su voz ya no resuene en los pasillos del Vaticano, su legado sigue vivo en el corazón de los amantes de la música.
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