Pregúntale a Alicia

17 de Junio de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Pregúntale a Alicia

js zolliker

Digamos que tiene un nombre común. Digamos que Alicia García, Martínez o Pérez. Digamos que es licenciada o contadora. Digamos que se graduó de la UNAM o del Politécnico. Y digamos, sólo por ficción, que vive más allá de sus posibilidades, pues mantiene a un par de amantes, uno de los cuales es incluso amigo de su esposo Eduardo, Gonzalo o Roberto, quien apenas sospecha del alacrán que se echó encima.

Digamos que, por temas personales, estudió la ley laboral mexicana a fondo y encontró un defecto o un beneficio inigualable: en 99% de los casos, el patrón será visto como culpable porque, por definición ideológica y legal en nuestro país, las relaciones inversas de poder no existen y siempre se procederá a favor del que parece, sistémicamente, desvalido, aunque no tenga la razón ni su causa sea justa (digamos que la justicia no debería ser venganza sistémica tampoco). Digamos, sólo por decir, que a ella y a otros les importan poco las connotaciones y los principios éticos y morales, y que por eso se le ocurrió cómo podía sacar provecho del empresario que publicase una vacante en línea.

El modus operandi era simple: desde hacía años estaba al pendiente de empresas varias que publicaban vacantes y que tenían una página de Internet con logotipo. Luego, a través de LinkedIn o de buscadores en la web encontraba los nombres de directivos y gerentes de tales organizaciones.

Entonces comenzaba su acción: enviaba su CV con copia a su propio correo, asistía incluso a algunas entrevistas (aunque si podía evitarlas, lo hacía) y llevaba un registro puntual sobre la fecha en que la vacante se cubrió (no por ella). Luego con sus conocimientos de computación se inventaba una hoja membretada con el logo y las direcciones y teléfonos que aparecían en las páginas de esas empresas y se escribía una carta de bienvenida a la organización con falsa firma de cualquiera de los del directorio conseguido.

Luego, cada seis u ocho meses se escribía otra carta dándose una falsa promoción o ascenso o aumento de sueldo y responsabilidades. También se mandaba telegramas de felicitaciones e, incluso, alguna que otra comunicación de e-mail falsificado impreso (con todo y las direcciones electrónicas correctas) donde su inexistente patrón le negaba permisos para vacacionar porque la empresa, en ese momento, “tenía mucho trabajo”. Pasados unos años y conforme iba viendo qué empresa había crecido más, pero que no tenía un gran departamento legal, se convertía en su víctima.

Con ayuda de un abogado laboralista inventaban un despido injustificado e interponían una demanda. Pasado el tiempo, las empresas se defendían y demostraban que las firmas de los documentos eran falsas y que tal persona nunca percibió un ingreso de su parte, pero ella argumentaba que así le daban las cartas y que había recibido puros pagos en efectivo y aumentaba sus reclamos, ahora considerando que se hicieran los pagos vencidos de IMSS e Infonavit primas vacacionales no pagadas y una serie de sandeces que iban engrosando la cuenta. Y si la reinstalaban en el trabajo inexistente y le daban un escritorio o una oficina, al día siguiente dejaba de ir y de nuevo acusaba que la habían echado a la calle sin justificación.

Sobra decir que el tiempo era su mejor aliado, porque pasados 10 o 15 años había ya suficiente en la bolsa para sobornar al abogado defensor de las empresas con bastante más de lo que ganaba de sueldo para que no contestara o contestara mal algún requerimiento y venía entonces la millonaria sentencia a su favor.

Hizo muchísimo dinero sin trabajar y extorsionando a las empresas, pero por ley no se le pudo boletinar. Lo que no sabe ella es que su estilo de vida ya llamó la atención de unos criminales que la dejarán sin un centavo en los siguientes meses. Pregúntale a Alicia y verás que al que obra mal, al final le irá mal.

(Sígueme en X en @zolliker).

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