Al inicio de las campañas electorales, las candidatas de la alianza “Juntos Haremos Historia” y de la colación “Fuerza y Corazón por México, presentaron las líneas generales de sus propuestas económicas que plantean llevar a cabo de ganar las elecciones del próximo 2 de junio, y con las cuales pretenden convencer al electorado que aún no tiene definido su voto a sabiendas que ninguna de ellas tiene suficientes partidarios y seguidores fieles como para triunfar en las urnas. Un primer análisis comparativo de tesis económicas subyacentes en las propuestas de Claudia Sheinbaum y de Xóchitl Gálvez muestra dos visiones divergentes de futuro de país y que salvo en contados puntos de coincidencia, son tan distinguibles como es el agua del fuego.
La estructura de las ideas de ambas candidatas indica posturas de partidos, idearios, aspiraciones y lineamientos claros de cómo el poder presidencial y legislativo se debe entender con el conjunto de la sociedad civil, desde el mas humilde labriego hasta el mas encumbrado empresario, estableciendo dos tipos diferentes de “Pacto Social”. Es decir que sus propuestas económicas son la “infraestructura” que fundamentan las dos diferentes formas de conducir el país.
El primer hallazgo en este análisis es que, a diferencia de lo acontecido en las competencias electorales de los últimos 70 años, llegando incluso hasta la elección de 2018 que ganó el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador, la disputa es abiertamente por dos diferentes modelos de poder del estado y su relación con los agentes económicos vinculados con la sociedad civil. Se puede definir que el planteamiento económico y la consecuente política pública de Claudia Sheinbaum es la de un Estado Subsidiario de conducción centralizada; el de Xóchitl Gálvez es la de un Estado Solidario con descentralización operativa.
Son dos modelos divergentes, con razones, pros y contras que se expondrán en diversas entregas.
Pero que no quede duda, a diferencia de las elecciones presidenciales del siglo XX y XXI, en esta ocasión se pelean en las plataformas electorales dos planes contrapuestos para conducir la economía y los negocios en México.
La pax del partido único y la transición
Vaya, durante la hegemonía del antiguo PRI, la esencia de la disputa era la rotación de elites en los cargos públicos clave y con ello la asignación de presupuestos y negocios hacia tal o cual actividad, siendo el punto más álgido la disputa entre los “licenciados” que representó Miguel Alemán ante “Los Verdes”… a quienes el llamado “cachorro de la revolución” atajó con grandes gajos del gasto público y espacios en gubernaturas y legislaturas así como con todo un sector “militar” dentro del Revolucionario Institucional.
En el proceso de crisis y apertura democrática, los proyectos de hacer de México una nación socialista avanzaron mayoritariamente hacia proyectos mas o menos reformistas que finalmente —tras años de represión y persecución— se sumaron a la reforma política que idearon don Daniel Cosío Villegas y don Jesús Silva Herzog, a fin de que expresiones diferentes al “nacionalismo revolucionario” tuvieran expresiones legislativas y así desfogar los reclamos y exigencias de una sociedad cada vez más urbana y “aspiracionista” hacia niveles de clase media con manifestaciones culturales en esos momentos catalogadas de exóticas y cosmopolitas. La corriente guerrillera, la de la Liga 23 de Septiembre y su sombría historia de secuestros y asesinatos, fue derrotada no tanto por las armas si no por el “aperturismo político” que, vale decir, fue fertilizado con generosas sumas de dinero para intelectuales, organizadores así como con la creación o fortalecimiento de instituciones incluyentes como fue el INFONAVIT, la expansión del IMSS, la red carretera federal, hidroeléctricas, trenes y petróleo… cuyas decisiones concentradas en el poder presidencial derivó en el grave ciclo de crisis devaluatorias de fin de sexenio.
Pero durante el “aperturismo, el PAN y expresiones más contrarias al populismo priista de esos años, incluyendo las abiertamente ultraderechistas como “El Yunque” o “Los Tecos”, paulatinamente abandonaron su radicalismo —y expresiones violentas e incluso criminales— abrieron frentes civiles con ciudadanos de clases medias hastiadas de la soberbia y corrupción de alcaldes y gobernadores de extracción priista.
La transición democrática que inició con la “caída del sistema” atribuido a Manuel Barttlet, secretario de Gobernación en 1988, para encumbrar a Carlos Salinas de Gortari, empezó a generar espacios legislativos a quienes impugnaron la legitimidad de la elección que popularmente se adujo como un fraude contra Cuauhtémoc Cárdenas, quien acaudilló a los diversos grupos de izquierda con los del viejo nacionalismo revolucionario que fueron desplazados por la irrupción de “los tecnócratas” en las mas altas responsabilidades de gobierno a fin de solucionar la crisis de deuda, devaluación, inflación y quiebra de empresas derivada de un ejercicio irresponsable de las finanzas pública que llevó el déficit del gobierno federal a lo equivalente a 20% del Producto Interno Bruto.
Tecnócratas y democracia
Ernesto Zedillo, luego de ser electo tras las pugnas que derivaron en asesinato de Luis Donaldo Colosio —que debería haber sucedido a Salinas de Gortari— cedió a la demanda de la izquierda de ese entonces para otorgar el reconocimiento de residencia en la Ciudad de México a Andrés Manuel López Obrador para que compitiera por la jefatura de gobierno.
De ese momento, desde la primera transición de gobierno federal con Vicente Fox, la atropellada elección de Felipe Calderón, el regreso a la presidencia del PRI en la figura del ex gobernador mexiquense Enrique Peña y su monumental derrota ante la candidatura de López Obrador, se trato de escaramuzas al interior de las elites gobernantes: pugnas entre chapulineos entre sectas y partidos, traiciones y alianzas que no rompían, que no modificaban en lo esencial la estructura y conducción económica ni de las relaciones con los grupos de poder fáctico, ni tampoco la capilaridad del ascenso social construido por la educación pública, los sistema de salud pública y los esquemas de financiamiento al consumo, vivienda y esparcimiento de los trabajadores que se afinaron con la participación de los “Chicago Boy’s” que tomaron decisiones cruciales como impulsar la primera versión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y liberalizar mediante privatización de empresas públicas y concesiones actividades productivas reservadas exclusivamente al estado… pero cuya tan mala administración y corrupción tuvo que ser solventada con inversionistas privados.
@mfloresarellano