Charlatanes y diablitos

3 de Agosto de 2025

Mauricio Gonzalez Lara

Charlatanes y diablitos

MAURICIO

En Sobre la charlatanería (On Bullshit, Paidós 2007), el filósofo Harry G. Frankfurt apunta que uno de los rasgos más destacados de nuestra cultura es la gran cantidad de “bullshit” (concepto que traduciré como “charlatanería” por carecer de un término mejor) que se da en ella. La “charlatanería” está presente en todas las áreas de la vida, sin embargo, parece desarrollarse con vigor especial en el management o la administración de empresas, donde un sinfín de personas a las que Frankfurt señalaría como “bullshitters” (charlatanes a los que el creyente reconoce como “gurús”) capitalizan con conceptos vagos como “motivación” y “espíritu emprendedor”. Semana tras semana, en algún lugar del mundo, estos gurús repiten una y otra vez mantras orientadas a convencer a la audiencia que asiste a sus congresos de que nada es imposible si están dispuestos a tomar riesgos frente a la adversidad.

Por cada pensador que realiza una contribución valiosa (los hay, acepto), hay cientos de predicadores cuya exposición se reduce a una filosofía barata de superación personal. Como apunta Sean Blanda, editor del sitio 99U, en el texto The Creative World’s Bullshit Industrial Complex, no hay nada que sugiera que estos charlatanes posee alguna experiencia o conocimiento que los acredite como una autoridad. Al contrario, su credibilidad se alimenta de citas de otros gurús que a su vez refieren a otras personas que supuestamente han estudiado lo que hace grande a una marca considerada como admirable (siempre son las mismas: Pixar, Apple, Virgin, Google). La clave del éxito, casi siempre concuerdan, pasa por desarrollar una actitud positiva. La inteligencia, a secas, es minimizada como activo. “Es más importante contar con Inteligencia Emocional a ser un erudito”, afirma Daniel Goleman, autor del bestseller del mismo nombre, para explicar eufemísticamente que un tonto puede llegar más lejos que un genio ermitaño si no tiene empacho en besar los traseros correctos.

Nos contamos mentiras a nosotros mismos para poder vivir. Es inevitable: nos gusta regodearnos en la idea de que todo puede cambiar si nos esforzamos lo suficiente. Es peligroso. Una sociedad que insiste en que todo puede ser distinto por el simple hecho de desearlo genera altos niveles de ansiedad. El grado de desarrollo de una sociedad descansa en buena medida en su grado de movilidad social; es decir, en construir una “meritocracia” que premie el esfuerzo con una posición económica mejor. La meritocracia, claro, es un ideal a alcanzar. Las sociedades ciento por ciento meritocráticas no existen. Incluso la nación más justa carece de un sistema que garantice plenamente que el trabajo y la inteligencia son suficientes para obtener el estatus deseado. La victoria y la derrota no son absolutos que dependan del valor personal o las posibilidades factibles de triunfo. No se diga en países como México, donde el código postal y el apellido pueden llegar a pesar más que un doctorado. Pretender otra cosa es una dinámica cruel y maligna. Es, aceptemos, pura bullshit. Basta ya de levantarle el brazo a tanto charlatán.