Confianza: por aprecio, por transparencia y por eficacia

29 de Abril de 2024

Vicente Amador

Confianza: por aprecio, por transparencia y por eficacia

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«La política es una carga muy pesada, pero los fletes compensan» Frase atribuida a un ex gobernador de Guerrero.

La tolerancia hacia la corrupción es uno de los “valores” sobreentendidos de buena parte de la sociedad mexicana. Algunos dichos nos muestran claramente lo que quiero decir: «Pena robar y que te encuentren», «hay que estudiar derecho... para vivir chueco», «el que no tranza no avanza», «nadie aguanta un cañonazo de 50 000 pesos», «un caudillo se vence con regalos, no con armas». En otras culturas, el «corrupto surge por tentación; en México lo somos por tradición», decía un irónico amigo.

La corrupción no es privativa del sector público. Hace años, el caso “Enron” nos recordó el poder de los intereses económicos para corromper a toda una gama de ejecutivos, empleados y funcionarios. El ánimo de lucrar (animus lucrandi) —advirtió Schumpeter— es parte de la condición humana.

Los mecanismos generalmente usados en una empresa para desarrollar la cultura de la transparencia están basados en el monitoreo. Es decir, los empleados son vigilados. Ya sea a través de sistemas tecnológicos o simplemente por medio de un supervisor. De esta manera, la empresa controla a su gente y, además, promueve premios y advierte sanciones para aquellos que lo merezcan.

Es comprensible que la empresa tienda a colocar su confianza en este tipo de mecanismos. Aparentemente, garantizan un buen nivel de transparencia dentro de la compañía. Es necesario ser temerario o idiota para robar cuando una cámara está frente a ti, o cuando cada diez minutos un auditor visita tu escritorio, o cuando hasta los lápices tienen un chip que encenderá una alarma al salir.

Sin embargo, la apuesta por el monitoreo impide que se tome en cuenta otra de las dimensiones de la transparencia: el aspecto moral. La cuestión no es poder verlo todo. No es un Big Brother. No se trata de reproducir el sistema panóptico. Aquel método, diseñado por Jeremías Bentham —que se utilizó en la construcción de algunas prisiones, como Lecumbérri, y hospitales psiquiátricos como la Castañeda en Mixcoac—, que permitía vigilar a los internos sin que estos pudieran devolver la mirada a quienes los observaban. Incluso, cuando los internos no son supervisados, el sistema panóptico provoca la ilusión de control y opresión total.

Más allá de los sistemas de monitoreo, y lo que más nos interesa, es la confianza. Para poder trabajar en equipo hace falta confiar en nuestros compañeros y que ellos y nosotros seamos dignos de confianza. No se trata —por supuesto— de una confianza ciega: debemos saber con quién trabajamos. Esta es una de las razones por la que se debe poner máxima atención en el reclutamiento y la selección de los colaboradores.

¿Por qué existe la confianza en una familia o en la amistad? Porque se conoce a las personas. Las empresas no conocen a todos sus empleados, de ahí la necesidad de ciertos mecanismos de control. En general, en los hogares no existen estos mecanismos debido a que hay mayor crédito en los integrantes de la familia.

¿Cómo podemos extender este crédito en la empresa? Desde el inicio, los esfuerzos deben estar en los procesos de contratación y no únicamente en los mecanismos de control. Y en conocer a los compañeros, sin duda. Cuando contratamos debemos considerar, además de las habilidades técnicas, el nivel ético de la persona. Siempre podremos capacitar a nuestra gente para que desempeñe mejor sus labores. Mucho más difícil es educar moralmente.

Además, en la medida en que las personas que trabajan en una compañía son honestas, la cultura de la transparencia se solidifica en la organización. Pero ese tema será parte de otras reflexiones.

Al D. O., fuente de asombros.

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