La perfección es un ave rara, no es fácil encontrarla y, contadas veces, se le puede ver en total esplendor.
Dear Evan Hansen (EUA, 2021), el cuarto largometraje del realizador Stephen Chbosky, es una oportunidad para apreciar la perfección. Y es que esta cinta es un desastre casi perfecto, como pocas veces se puede ver en el cine.
Se trata de la adaptación del multipremiado musical homónimo (¡seis Tony!) sobre Evan Hensen (terrible Ben Platt), un adolescente que padece fobia social y por lo tanto es solitario e impopular. Su terapeuta le ha encargado un ejercicio: escribirse a sí mismo diariamente una carta dándose ánimos.
El problema viene cuando el bully de la escuela, Connor (Colton Ryan), le arrebata la susodicha carta a Evan. Al día siguiente viene la tragedia: Connor se ha suicidado. Su madre (Amy Adams) encuentra la carta y asume que Evan es el mejor amigo de su fallecido hijo. Evan, pasándose de listo, prefiere no decir nada para no hacer sentir mal a la familia.
El problema es que la mentira crece cual bola de nieve y el resultado es sorprendente: la tragedia genera lástima y ello provoca que Evan se vuelva cada vez más popular, hasta las mujeres lo empiezan a saludar y sus likes en Instagram crecen como la espuma.
Lo cierto es que la premisa es interesante y oscura: estamos frente a un ser aberrante que con tal de ser popular es capaz de mentirle a los papás del fallecido, a su hermana, a toda la escuela y hasta a su jefecita santa (Jualianne Moore).
Pero como esto pretende ser una feel good movie, el guion de Steven Levenson intenta provocar lástima por este pobre diablo quien, en manos de otro escritor (y otro director) habría sido un monstruo fascinante.
La parte musical es deficiente: diálogos cantados, canciones nada memorables y una estética totalmente fría, sin grandes movimientos de cámara ni edición. Ver cantar a alguien en la ducha resulta más interesante que los números musicales de esta cinta.
Además, resulta doloroso ver desperdiciadas de tal forma a Julianne Moore y Amy Adams, de quienes solo se espera que usen para bien el sendo cheque que, suponemos, les dieron por aportar su nombre (y nada más) al póster de la cinta.
Y de Ben Platt ni hablamos, ¿de quién habrá sido la brillante idea de poner a un actor de casi treinta años a interpretar a un adolescente? La palabra ridículo es insuficiente.
Resulta sorprendente que una cinta como Dear Evan Hansen haya escapado de la guillotina de la cancelación. A pesar de su perversa mitomanía, Evan Hensen es tratado con toda ternura por el guion. ¿Acaso se le debe perdonar todo sólo porque tiene ansiedad y depresión?
Terrible favor que le hace esta película a los que padecen de esa condición.