La Ciudad de México enfrenta uno de los retos ambientales más grandes de América Latina: lograr un desarrollo sostenible en medio del crecimiento urbano, el aumento en la generación de residuos y la presión sobre sus fuentes de agua. Con una población cercana a los 9.2 millones de habitantes (INEGI, 2020) y una zona metropolitana que supera los 22 millones, la demanda de recursos naturales exige nuevas estrategias de gestión ambiental.
El Gobierno de la Ciudad de México, a través de la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema), impulsa la transición hacia una economía circular, que busca aprovechar al máximo los materiales, reducir la disposición final de residuos y promover la reutilización y el reciclaje. De acuerdo con la Sedema, en la capital se generan 12 731 toneladas de residuos sólidos urbanos cada día.
El Programa Basura Cero —parte del Plan de Acción Climática de la Ciudad de México (PACCM 2021-2030)— tiene como objetivo reducir el envío de residuos a rellenos sanitarios y fomentar su aprovechamiento. Gracias a estas acciones, el volumen de residuos enviados a disposición final se redujo de 8 115 toneladas diarias en 2018 a 6 515 toneladas diarias en 2022. La Sedema también informa que, entre 2019 y 2023, se reciclaron más de 23 000 toneladas de residuos mediante campañas y centros de acopio oficiales. Asimismo, la Planta de Selección de Residuos Sólidos de San Juan de Aragón procesa diariamente más de mil toneladas, contribuyendo a separar materiales valorizables y reducir emisiones.
De acuerdo con la Segiagua, la capital recibe en promedio alrededor de 30 metros cúbicos por segundo para su abastecimiento, de los cuales más del 60 % proviene del acuífero del Valle de México, y el resto del Sistema Cutzamala y fuentes externas. Uno de los principales desafíos es la pérdida de agua potable por fugas. Según datos oficiales y reportes de la propia Segiagua, se estima que entre el 33 % y el 40 % del volumen distribuido se pierde debido a fugas o infraestructura obsoleta.
Durante el periodo 2023-2024, se registraron más de 19 000 fugas en la ciudad, de las cuales aproximadamente el 54 % fueron atendidas. En este sentido, experiencias internacionales como la de la Planta de Tratamiento Aguas Claras EPM, en Medellín, Colombia, muestran cómo la infraestructura hídrica puede convertirse en un motor de sostenibilidad ambiental y social. Desde su concepción, esta planta fue diseñada como una obra integral orientada al saneamiento del río Aburrá-Medellín y a la generación de desarrollos urbanísticos y paisajísticos para la comunidad. EPM ha mantenido un firme compromiso con el ambiente a través del cuidado de las cuencas, los bosques y las quebradas, así como la mejora en la calidad del aire y el saneamiento de las aguas residuales. La empresa ha construido más de 3 800 kilómetros de redes de acueducto y cerca de 4 600 kilómetros de alcantarillado, conduciendo las aguas residuales hacia sus plantas de tratamiento. La Planta San Fernando, en operación desde el año 2000, marcó la primera etapa del programa de saneamiento del río Medellín. Con la entrada en operación de Aguas Claras, se logró recolectar y tratar más del 84 % de las aguas residuales del Valle de Aburrá, evitando que lleguen al río más de 140 toneladas diarias de materia orgánica y elevando el nivel de oxígeno disuelto a 5 mg/l, propio de los ríos descontaminados. Su diseño incorpora tecnologías avanzadas, como el secado térmico de biosólidos, que garantizan eficiencia energética y beneficios ambientales.
La economía circular no es un ideal teórico: es una política pública en marcha que articula la gestión de residuos, el uso eficiente del agua, la energía limpia y la movilidad sustentable. El compromiso de la Ciudad de México con esta visión demuestra que la sostenibilidad no es un costo adicional, sino una inversión en bienestar, salud y futuro.