El juego del calamar

25 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

El juego del calamar

alejandro aleman

El aspecto más sorprendente de Squid Game (El juego del calamar) —la miniserie coreana que tomó por asalto Netflix—, no está en la pantalla sino en lo que sucede alrededor de ella. Y es que a esta serie le tomó tan solo nueve días desde su estreno para convertirse en un auténtico fenómeno mundial.

No es nuevo para Netflix que series en idiomas diferentes al inglés se vuelvan globalmente populares (La casa de papel, Dark, Elite), pero nunca había sucedido con la fuerza y la velocidad con la que El juego del calamar ha impactado a las audiencias mundiales: es la serie número uno en más de 90 países y sigue creciendo.

Producto de una mezcla de géneros, El juego del calamar es un híbrido entre cintas como SAW, Battle Royale y The Running Man. La premisa: un poderoso grupo de aburridos millonarios organizan un juego de supervivencia donde los concursantes pueden ganar muchísimo dinero o perder la vida intentándolo.

La cualidad que desmarca a El juego del calamar de entre otras series similares (Alice in Borderland, también en Netflix), es que su fundamento está más ligado a una crítica social contra el capitalismo salvaje antes que un mero show de supervivencia.

Seong Gi-hun (Lee Jung-jae) es un hombre cercano a los 50, divorciado, que aún vive con su madre en Corea y que tiene una hija. Ahogado en deudas, Seong decide participar en el juego y ahí conoce a un enorme grupo de personas que, como él, está ahogado en problemas económicos.

Luego de corroborar tanto la brutalidad del primer juego (en donde muere la mitad de los concursantes) así como lo jugoso del premio final (miles de millones de wones), los jugadores pueden optar entre seguir o retirarse.

Y es justo aquí donde El juego del calamar presenta su giro más importante: los jugadores deciden abandonar el juego y regresar a su hogar. El problema es que ello implica volver a sus miserables vidas: angustiados por las deudas, perseguidos por acreedores, desesperados por no poder pagar la renta, medicinas o comida. ¿Esto es vida o acaso tendría más sentido jugarse la existencia ante la posibilidad de volverse millonario?

Este juego moral y social (que posee ciertos vasos comunicantes con Parasite) nos acompaña principalmente en los primeros episodios. Después, la serie se instala en terrenos predecibles (la emoción de los juegos o el saber quién sobrevive) aunque con escenarios de suspenso bien ejecutados y una decidida voluntad por minar la idea de la nostalgia como un refugio: los participantes tendrán que jugar viejos juegos de la infancia con un giro cruel y mortífero. Los recuerdos felices de la niñez se manchan con sangre.

Divertida aunque predecible, El juego del calamar es sin duda lo más emocionante que ha pasado en Netflix durante años. Queda esperar si la obligada secuela estará a la altura.