Fairplay: masculinidad frágil

15 de Julio de 2025

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Fairplay: masculinidad frágil

alejandro aleman

La ópera prima de la directora y guionista Chloe Domont, Fairplay (Estados Unidos, 2023) inicia con lo que debe ser una de las entregas de anillo de compromiso más originales en la historia del cine.

Emily (Phoebe Dynevor) y Luke (Alden Ehrenreich) son una pareja en apariencia perfecta: él la presenta (¿la presume?) a toda su familia en la boda de su hermano, ella no puede despegar sus ojos de él, ambos se besan, se toquetean, se pierden en el baño para tener sexo y aunque cierto accidente sucede (mismo que no revelaré), este sólo comprueba que la química sexual y afectiva de esta pareja es a prueba de todo. O eso parece.

Emily y Luke viven juntos. Todas las mañanas salen de su departamento en Nueva York y toman rutas separadas hacia su trabajo. La sorpresa es que ambos laboran en el mismo sitio, una prestigiosa firma financiera cuyas rigurosas políticas laborales prohíben que sus empleados mantengan relaciones amorosas. Emily y Luke actúan como extraños en el trabajo y amantes en su casa.

Ambos están en busca de un ascenso que además les permitirá dejar de esconder su relación. Luego de la abrupta (por decir lo menos) salida de un directivo de la firma, los rumores apuntan a que Luke será ascendido. Emily lo festeja, pero esa noche se revela la verdad: es ella la que ha conseguido el puesto.

Luke reacciona como es esperado: se alegra, la felicita, la besa. Esto parece un paso más rumbo al ideal de ambos: ser una power couple. Pero no tan rápido, el juego de esta cinta es justo mostrar cómo el frágil ego de Luke irá poco a poco reaccionando mal al ascenso de su prometida en esa jungla masculina donde ahora ella se codea con los jefes, sale a comer con ellos, e incluso los acompaña a cenas en lugares donde Emily es la única mujer que no está asida de un tubo.

La directora conoce a la perfección estos escenarios de poder masculino, los ha retratado por años en series de televisión como Ballers, Suits y Billions. Pero en esta ocasión los papeles cambian: Emily no hace nada que su esposo no haría de haber sido promovido, pero claro, una mujer que sale con sus jefes a cenar y regresa algo borracha de madrugada es intolerable para un Luke que se descompone progresiva e inevitablemente.

La pesadilla se construye en medio de una atmósfera fríamente corporativa, la fotografía a cargo de Menno Mans recuerda a The Social Network (Fincher, 2010): colores neutros, espacios engañosamente limpios, que no hacen sino potenciar la idea de un mundo donde lo único que importa es el dinero.

Se trata de un muy disfrutable choque de trenes que eleva cada vez más el tono gracias a un afilado guion que no da tregua a sus personajes.

Tanto Dynevor como Ehrenreich son más que convincentes en todas las etapas de su destrucción, desde las sonrisas y los besos hasta los gritos y las frases cada vez más venenosas. Al parecer nada es más violento que un ego masculino herido.