Jeffrey Epstein: Filthy Rich, morbo y mal cine

19 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Jeffrey Epstein: Filthy Rich, morbo y mal cine

alejandro aleman

A medio camino de ver la serie documental Jeffrey Epstein: Filthy Rich —ópera prima de la experimentada productora de documentales de true crime para televisión, Lisa Bryant— me pregunté si era necesario ver un testimonio más de otra víctima del infame millonario Jeffrey Epstein, quien en agosto de 2019 se suicidó en una cárcel de Manhattan, luego de ser acusado de tráfico de menores.

Filmadas a cuadro y con el crédito de “sobrevivientes”, estas valientes mujeres narran (con lujo de detalle) cómo es que este hombre-financiero estadounidense, amigo de poderosos (se iba de fiesta con Donald Trump) y poseedor de lujosas casas y aviones- las invitaba a algunas de sus propiedades con pretextos varios para finalizar, invariablemente, en una sesión de masaje que siempre terminaba en algo más. Estas mujeres vivieron esa experiencia de horror cuando aún eran menores de edad.

Y no me malinterprete, evidentemente se necesita coraje para plantarse frente a la cámara y narrar a cuadro la que debió ser la peor experiencia de sus vidas. El problema (mi problema, pues) es que el nivel de valentía mostrado por estas víctimas no se empata con el nivel de este documental, cuya narrativa —innecesariamente repetitiva y perturbadoramente detallada— sólo cumple con el objetivo de provocar indignación a quien lo mire, aunque no lo haga a partir de una buena narrativa, buen ritmo o cinematografía.

Armado de la manera más convencional que puede haber (cabezas parlantes, material de archivo y mucha foto fija), con ritmo monótono y constantes saltos temporales, Bryant hace la tarea buscando al mayor número de involucrados posible, desde los abogados de Epstein, los detectives que lo investigaban, los hombres de negocios que le dieron su primera oportunidad y muchos testimonios de las víctimas.

Pero más allá del recuento de los hechos y de las terribles infamias cometidas hacia decenas de menores, el documental se conforma con la descripción de un monstruo que, como tal, parece único e irrepetible. Y esta es justo la mayor trampa del documental: creer que se trata de “monstruos” sin analizar al sistema que los rodea. ¿Cómo es posible que en el seno de la pujante sociedad estadounidense existan tipos así?, ¿cómo se crean?, ¿por qué los habilitan?, y más importante aún, ¿por qué callaron todos aquellos que lo sabían?

Es claro que en todo este caso hay una película extraordinaria por filmar, pero definitivamente no es este documental que, ya sea por ignorancia o por falta de talento, prefirió quedarse en los terrenos del morbo y el mal cine. Jeffrey Epstein: Filthy Rich se puede encontrar en Netflix.